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Turingia, Dinamarca, Noruega o Grüland: Groelandia). Y
con Zarathustra, Eneas, Platón, Heracles, Alejandro, Virgilio,
Sigfrido y los Nibelungos; con Sibich, adversario de Dietrich
von Bern, y con Wolfhart, partidario de Dietrich, Wolfram crea
la interpretaciones más diversas que puedan imaginarse. Los
verdaderos trovadores debían conocer en profundidad la historia y
los mitos, tenían que poseer, por así decirlo, un saber
enciclopédico.
Wolfram y su fuente autorizada, Kyot-Guiot, satisfacían tan
bien este requisito fundamental, que hasta el día de hoy el
Parzival nos llena de reverente admiración, por lo que
debemos incluirlo entre las creaciones más sublimes del espíritu
humano.
Hasta el siglo XIII de la era cristiana había permanecido
activa una fuerza que, junto con el catarismo en Europa, era
independiente de la Roma vaticana, y que no precisó ser limpiada
de toda mitología judaica porque no la había tolerado o sólo lo
había hecho muy superficialmente; una fuerza influyente desde
hacía mucho en un enorme espacio geográfico -desde la India
hasta las Columnas de Heracles, desde Groenlandia hasta
Sicilia-, pero que sabía que su centro siempre estaría en un único
"polo": en el polo norte, en el Polus Articus, como lo nombra
Wolfram durante la "guerra poética" en el Wartburg; una fuerza
que unió a hombres de los más diversos puntos cardinales y
naciones, pero de la misma raza y del mismo origen.
Adhiriéndonos a los más antiguos mitos arios, la llamamos
"fuerza aria".
Todos los partícipes de esta fuerza aria supieron del origen de
su linaje en el alto norte. Ellos conformaron una comunidad
para la que no importaban fronteras políticas ni distancias
geográficas. Esta comunidad de Minne, como era ya
denominada por esos tiempos, conservaba y cuidaba las Santas
Escrituras de los arios levantinos, los mitos de los celtas, los