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donde la luz en verdad será clara.
También Tannhauser emprendió este camino.
Mientras Walter von der Vogelweide, Wolfram von Eschenbach
y muchos otros bardos hacían escuchar sus aires de Amor (Minne)
y mayo, del Grial, del jardín de rosas y del Monte de Venus -aires
que el pueblo amó más que los cantos eclesiásticos en latín y que
las leyendas de santos-, se llevó a cabo en el Wartburg el famoso
certamen lírico. Corría el año 1207, año del nacimiento de santa
Isabel. Si también Tannhauser concursó en el certamen lírico, no
lo da a conocer el antiguo poema de la "Guerra del Wartburg"; ni
menos aún menciona si Tannhauser amó (de Minne) a santa Isabel,
empero, a la postre, se dirigió hacia la Señora Venus, en el reino del
placer subterráneo. Debe de haber habido un trovador,
Tannhauser (o Tanhuser), que vivió y poetizó entre 1240 y 1270
en la corte del duque de Bamberg, Federico II de Viena. A la muerte
de sus protectores dilapidó todo lo que éstos le habían obsequiado y
se echó a una vida errabunda y aventurera que le permitió coger la
cruz y enfilar rumbo al territorio palestino. Sus poesías corresponden a
la época de la decadencia de la trova: con lo que Tannhauser como
mejor se sentía era con la música para danzar, donde él conducía el
coro y tocaba su violín hasta que las cuerdas se rompían o hasta que
se quebraba el arco.
El segundo Tannhauser fue ese desventurado que, torturado por
las dudas sobre la salvación de su alma, pidió encarecidamente a
la diosa Venus que lo destituyera. Con el corazón apesadumbrado,
ella lo despidió. Entonces peregrinó como penitente con pies
sangrantes a Roma. Se arrojó al suelo frente al papa, al parecer
Urbano IV, implorando perdón por sus pecados. Pero el papa,
sosteniendo una rama de arroz seca en la mano, dijo: "Así como
esta despreciable rama no puede producir flores, aún menos se te
puede conceder el perdón. ¡Por eso te maldigo!". Inmediatamente
partió Tannhauser de regreso hacia la liberal Señora Venus.
Antes de ingresar para siempre al maravilloso interior de la
montaña, bendijo una vez más al sol, a la luna y a sus entrañables
amigos, los astros. Entonces se despidió de todos ellos. Pero al