LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 130
frío o de temor por esta mirada, y necesita tiempo para volver
a gozar del sol romano. Antes de que Tannhäuser entre para
siempre en la montaña de la señora Holda, canta una antigua
canción que bendice una vez más al sol, y a sus queridos amigos.
Éstos podrían ser los astros. Entonces se sienta frente a los
hombres viejos de los que estúpidamente había olvidado
despedirse, y que no estaban resentidos porque eran sabios y de
jóvenes también se habían equivocado. El error pone al rojo vivo
la pureza de aquellos que son de buena y firme voluntad.
Y el abeto alemán se va cubriendo aún más profundamente
con el manto de nieve de la señora Holda, feliz por el retorno
de Tannhäuser al lar, y le tararea una canción de cuna. Pronto se
adormece soñando con la primavera y con el dios de la
primavera, que ya estaban de camino.
El gran papa Gregorio, el Santo, tal como él se vio a sí
mismo, tuvo cierta vez una visión. Gustaba -pese a que
Ignacio de Loyola todavía no había podido introducir los
ejercicios espirituales, ya que recién mil años más tarde pudo
venir al mundo-, según todas las normas jesuíticas, de la gloria
eterna del reino de los cielos cristianos que describió así: "Los
justos, sin embargo, ven a los injustos siempre en sus tormentos,
por ello su alegría aumenta. La vista de los castigos a los
condenados tampoco enturbia en el espíritu de los justos la luz
de su tan grande bienaventuranza, porque allí donde no hay
ninguna compasión con la miseria, sin ninguna duda que la alegría
de los justos no podrá ser atenuada. Qué maravilla que la vida de los
tormentos a los injustos sirva de sustento de la alegría de los justos.
Puesto que, como se ha dicho, las alegrías de los bienaventurados
aumentarán más Cuándo ante sus ojos la desdicha de los anate-
matizados mas se intensifique, esa desdicha de la que ellos mismos
pudieron escapar".
El papa Inocencio III, tal como lo vio el poeta alemán