LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 129

Los cirios titilaban, los monjes cantaban y el papa celebraba misa en la desmesurada catedral de San Pedro. Arrepentido, constrito y agotado, el peregrino permaneció de pie detrás de una columna cercana a la entrada. Las lágrimas le corrían sobre las cárdenas mejillas y le dolía el desasosegado pecho. Y le hizo dar gritos de júbilo, porque era Navidad, el himno mil veces diferente: "Alabado sea Dios en las alturas y haya paz en la tierra para los hombres de buena voluntad". El papa celebrante murmuró siguiendo el texto bíblico: 'Venid a mí aquellos de vosotros que sufrís penas y agobios, yo os reconfortaré". Allí estaba Tannhäuser de rodillas frente al papa. Con la voz entrecortada por los sollozos, balbuceaba: 'A ti he venido agobiado por mis miserias. ¡Reconfortadme!". El papa, sin embargo, sosteniendo una ramita seca en la mano habló, ahora en italiano, lanzando al peregrino humillado ante él una horrible maldición: "Tú has estado en el Monte de Venus, en el infierno. Por eso serás condenado para siempre. Así como es imposible que esta rama seca en mi mano dé rosas, aún es más imposible que te conceda perdón e indulgencia. ¡Levántate y vete!". Tannhäuser se levantó con rapidez, apesadumbrado por haber gimoteado ante aquel hombre tan mortal como él mismo. ¡Sí, así veo a Tannhäuser! Ahora se encuentra erguido y fuerte. Calla, Porque en espíritu ve el bosque alemán. La nieve cubriendo praderas; cuervos graznando al volar, abriéndose paso entre copos de nieve, detrás de los celajes anuncian el vespertino arrebol; de los oscuros abetos penden claros carámbanos, los abetos van siendo cubiertos por la nieve. Se ve a sí mismo pisando firme a través de la floresta nevada. Libre de pesares, libre de discordias, porque está en su casa. Ninguna otra palabra dice al papa. Sólo lo contempla en su magnitud y se marcha de allí. Hacia el norte. El papa queda sobrecogido de