LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 96
pero su posición en el mapa orgánico del Centro le recordó que las
configuraciones jerárquicas se definen y se mantienen por y para ser
escrupulosamente respetadas, y nunca excedidas o pervertidas, sin
olvidar que tratar a los inferiores o subalternos con excesiva confianza
siempre va minando el respeto y acaba en licencias, o, queriendo usar
palabras más explícitas, sin ambigüedad, insubordinación, indisciplina
y anarquía. Marta, que desde hace algunos momentos porfiaba en
atraer la atención del padre sin conseguirlo, tan absorto estaba en la
disputa verbal, garabateó velozmente en un papel dos preguntas en
grandes letras y ahora se las ponía delante de la nariz, Cuáles,
Cuántas. Al leerlas, Cipriano Algor se llevó la mano desocupada a la
cabeza, su distracción no tenía disculpa, mucho hablar por hablar,
mucho argumentar y contraargumentar, y de lo que realmente le
interesaba saber sólo conocía una parte, y eso porque el jefe del
departamento lo había dicho, a saber, que serían doscientas figuras de
cada modelo las encargadas. El silencio no duró tanto cuanto
probablemente estará pareciendo, pero hay que volver a recordar que
en un instante de silencio, incluso más breve que éste, pueden ocurrir
muchas cosas, y cuando, como en el caso presente, es necesario
enumerarlas, describirlas, explicarlas para que se llegue a comprender
algo que valga la pena del sentido que tengan cada una por sí y todas
juntas, en seguida aparecerá alguien esgrimiendo que es imposible,
que no cabe el mundo por el ojo de una aguja, cuando lo cierto es que
cupo el universo, y mucho más cabría, por ejemplo, dos universos.
Pero, usando un tono circunspecto, para que el despertar del dragón
durmiente no sea demasiado brusco, es ya tiempo de que Cipriano
A