LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 79
rotundamente aprobadora del padre. Y de súbito, sin que se llegase a
entender por qué, teniendo en cuenta que en la memoria de los
alfareros nunca había sucedido tal cosa, una llamarada delgada, rápida
y sinuosa como la lengua de una cobra irrumpió bufando desde la boca
del horno, y fue a morder cruelmente la mano del muchacho, próxima,
inocente, desprevenida. Ahí nació la sorda antipatía que la familia
Gacho pasó a profesar a los Algores, no sólo imperdonablemente
descuidados e irresponsables, sino, según el inflexible juicio de los
Gachos, también descaradamente abusivos por haberse aprovechado
de los sentimientos de un muchacho ingenuo para hacerlo trabajar de
balde. No es sólo en aldeas apartadas de la civilización donde los
apéndices cerebrales humanos son capaces de generar ideas así. Marta
curó muchas veces la mano de Marcial, muchas veces la consoló y
refrescó con su soplo, y tanto perseveró la voluntad de ambos que
pasados unos años pudieron casarse, aunque no se unieron las
familias. Ahora el amor de éstos parece estar adormecido, qué le
vamos a hacer, debe de ser efecto natural del tiempo y de las
ansiedades del vivir, mas si la sabiduría antigua todavía sirve para
alguna cosa, si todavía puede ser de alguna utilidad en las ignorancias
modernas, recordemos con ella, discretamente, para que no se rían de
nosotros, que mientras haya vida, habrá esperanza. Sí, es cierto, por
más espesas y negras que estén las nubes sobre nuestras cabezas, el
cielo allá arriba estará permanentemente azul, pero la lluvia, el granizo
y los rayos les caen siempre a los de abajo, verdaderamente no sabe
una persona qué ha de pensar cuando tiene que hacerse entender con
ciencias de éstas. La mano de Marcial ya se ha retirado, entre los
hombres la costumbre es así, las demostraciones de afecto, para ser
viriles, tienen que ser rápidas, instantáneas, hay quien afirma que esto
se debe al pudor masculino, tal vez lo sea, pero reconózcase que
mucho más de hombre, en la acepción completa de la palabra, habría
sido, y por supuesto no menos viril, que Cipriano Algor detuviera la
furgoneta para abrazar allí mismo al yerno y agradecerle el gesto con
las únicas palabras merecidas, Gracias por haber puesto tu mano
sobre