LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 80
con las que tenemos en la alfarería, Pues entonces parece realmente
complicado, Ya veremos, tal vez las deje por ahí, en el camino, La
policía no lo va a permitir, Si esta tartana, en lugar de furgoneta, fuese
uno de esos camiones que levantan la caja, sería facilísimo, un
botoncito eléctrico y hala, en menos de un minuto estaría todo en la
cuneta, Escaparía una vez o dos de la policía de carretera, pero
acabarían por pillarlo in fraganti, Otra solución sería encontrar en el
campo una cueva, no necesitaría ser muy honda, y meter todo ahí
dentro, imagínate la gracia que tendría si dentro de mil o dos mil años
pudiéramos presenciar los debates de los arqueólogos y los
antropólogos sobre el origen y las razones de la presencia de tal
cantidad de platos, tazas y ollas de barro, y su problemática utilidad en
un sitio deshabitado como éste, Deshabitado, ahora, de aquí a mil o
dos mil años no es imposible que la ciudad haya llegado hasta donde
nos encontramos en este momento, observó Marcial. Hizo una pausa,
como si las palabras que acababa de pronunciar hubiesen exigido que
volviera a pensar en ellas, y, con el tono perplejo de quien, sin
comprender cómo lo había conseguido, ha llegado a una conclusión
lógicamente impecable, añadió, O el Centro. Ahora bien, sabiéndose
que en la vida de este suegro y este yerno, la desafortunada cuestión
del Centro ha sido de todo menos pacífica, es de extrañar que las
consecuencias de la inesperada alusión del guarda interno Marcial
Gacho se hayan quedado en eso, que la peligrosa frase O el Centro no
hubiese disparado inmediatamente una nueva discusión, repitiéndose
todos los desencuentros ya conocidos y el mismo rosario de
recriminaciones sordas o explícitas. La razón de que ambos hayan
permanecido silenciosos, suponiendo que sea posible, para quien,
como nosotros, observa desde el lado de fuera, desvelar lo que, con
toda probabilidad, ni para ellos está claro, es el hecho de que esas
palabras constituyeron, en la boca de Marcial, sobre todo en el
contexto en que fueron pronunciadas, una novedad absoluta. Se podrá
decir que no es así, que, por el contrario, al admitir la posibilidad de
que el Centro haga desaparecer en un día futuro, por imparable
absorción territorial, los campos que la furgoneta ahora va
atravesando, el guarda interno Marcial Gacho estaría subrayando, por
su cuenta, y aplaudiendo, en su fuero interno, la potencia expansiva,
tanto en el espacio como en el tiempo, de la empresa que le paga sus
modestos servicios. La interpretación sería válida y liquidaría
definitivamente la cuestión si no se hubiese producido aquella casi
imperceptible pausa, si aquel instante de aparente suspensión del
pensar no correspondiese, permítase la osadía de la propuesta, a la
aparición de alguien simplemente capaz de pensar de otra manera. Si
80