LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 70
encargarse él del asunto hasta el final sólo le daría trabajo, y que, de
una manera u otra, la decisión siempre iba a ser tomada por quien
para eso está y, por eso mismo, gana lo que gana. El subjefe, como
fácilmente se concluye de este comportamiento, es un descontento
social. Cortó bruscamente la palabra al alfarero, tomó la propuesta y
los diseños y se apartó. Tardó algunos minutos en salir por la puerta
por donde había entrado, hizo desde allí una señal a Cipriano Algor
para que se aproximase, no será necesario recordar una vez más que,
en estas situaciones, las piernas tienden irresistiblemente a acentuar
los temblores que ya llevaban, y, después de haberle dado paso,
regresó a sus propias ocupaciones. El jefe sostenía la propuesta en la
mano derecha, los diseños estaban alineados sobre la mesa, ante él,
como cartas de un solitario. Hizo un gesto a Cipriano Algor para que se
sentara, providencia que permitió al alfarero dejar de pensar en las
piernas y lanzarse a la exposición de su asunto, Buenas tardes, señor,
disculpe si vengo a incomodarlo en su trabajo, pero esto es una idea
que hemos tenido mi hija y yo, para ser sincero, más ella que yo. El
jefe lo interrumpió, Antes de que continúe, señor Algor, es mi deber
informarle de que el Centro ha decidido dejar de comprar los productos
de su empresa, me refiero a los que nos venía forneciendo hasta la
suspensión de compras, ahora es definitivo e irrevocable. Cipriano
Algor bajó la cabeza, tenía que ser muy cuidadoso con las palabras,
sucediese lo que sucediese, no podía decir o hacer nada que arriesgase
la posibilidad de cerrar el negocio de las figuras, por eso se limitó a
murmurar, Ya esperaba una cosa así, señor, pero, permítame un
desahogo, es duro, después de tantos años de proveedor, tener que
oír de su boca semejantes palabras, La vida es así, se hace mucho de
cosas que acaban, También se hace de cosas que comienzan, Nunca
son las mismas. El jefe del departamento hizo una pausa, movió
vagamente los dibujos como si estuviese distraído, después dijo, Su
yerno vino a hablar conmigo, Se lo pedí yo, señor, se lo pedí yo, para
salir de la indecisión en que me encontraba, sin saber si podría o no
seguir fabricando, Ahora ya lo sabe, Sí señor, ya lo sé, Debería tener
claro también que siempre ha sido norma del Centro, incluso lo tiene a
gala, no aceptar presiones o interferencias de terceros en su actividad
comercial, y menos aún procedentes de empleados de la casa, No era
una presión, señor, Pero fue una interferencia, Lo siento. Otra pausa,
Qué más me faltará todavía por oír, pensó el alfarero angustiado. No
tardaría mucho en saberlo, el jefe abría ahora un libro de registro, lo
hojeaba, consultaba una página, otra, después sumó cantidades en
una pequeña calculadora, finalmente dijo, Tenemos en el almacén, ya
sin posibilidad de liquidación, incluso a precio de saldo, incluso por
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