LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 43
parece una corbata. Encontrado, repitió el alfarero, avanzando dos
pasos más, Encontrado, ven aquí. El perro se quedó donde estaba,
mantenía la cabeza alta y meneaba despacio la cola, pero no se movió.
Entonces el alfarero se agachó para nivelar sus ojos a la altura de los
ojos del animal y volvió a decir, esta vez en un tono conminatorio,
intenso como si fuese la expresión de una necesidad personal suya,
Encontrado. El perro adelantó un paso, otro paso, otro aún, sin
detenerse nunca hasta llegar a colocarse al alcance del brazo de quien
lo llamaba. Cipriano Algor extendió la mano derecha, casi tocándole la
nariz, y esperó. El perro olisqueó varias veces, después alargó el
cuello, y su nariz fría rozó las puntas de los dedos que lo solicitaban.
La mano del alfarero avanzó lentamente hasta la oreja más cercana y
la acarició. El perro dio el paso que faltaba, Encontrado, Encontrado,
dijo Cipriano Algor, no sé qué nombre tenías antes, a partir de ahora
tu nombre es Encontrado. En ese momento reparó en que el animal no
llevaba collar y en que el pelo no era sólo gris, estaba sucio de barro y
de detritos vegetales, sobre todo las piernas y el vientre, señal más
que probable de ásperas travesías por cultivos y descampados, no de
haber viajado cómodamente por carretera. Marta se acercaba, traía un
plato con un poco de comida para el perro, nada exageradamente
sustancial, apenas para confirmar el encuentro y celebrar el bautismo,
Dáselo tú, dijo el padre, pero ella respondió, Déselo usted, habrá
muchas ocasiones para que yo lo alimente. Cipriano Algor puso el plato
en el suelo, después se levantó con dificultad, Ay mis rodillas, cuánto
daría por volver a tener aunque fuesen las del año pasado, Tanta
diferencia hay, A esta altura de la vida hasta un día se nota, nos salva
que a veces parece que es para mejor. El perro Encontrado, ahora que
ya tiene un nombre no deberíamos usar otro para él, ya sea el de
perro, que por la fuerza de la costumbre todavía se antepuso, ya sea el
de animal o bicho, que sirven para todo cuanto no forme parte de los
reinos mineral y vegetal, aunque alguna que otra vez no nos será
posible escapar a esas variantes, para evitar repeticiones aborrecidas,
que es la única razón por la que en lugar de Cipriano Algor hemos ido
escribiendo alfarero, hombre, viejo y padre de Marta. Ahora bien,
como íbamos diciendo, el perro Encontrado, después de que con dos
lametones rápidos hiciera desaparecer la comida del plato, clara
demostración de que todavía no consideraba cabalmente satisfecha el
hambre de ayer, levantó la cabeza como quien aguarda nueva porción
de pitanza, por lo menos fue así como interpretó Marta el gesto, por
eso le dijo, Ten paciencia, el almuerzo viene después, mientras tanto
entretén el estómago con lo que tienes, fue un juicio precipitado, como
tantas veces sucede en los cerebros humanos, a pesar del apetito
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