LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 42
casi llegó a serlo en el hocico y en las orejas, pero el resto apunta
hacia un color grisáceo generalizado, con mechas que van desde tonos
oscuros hasta llegar al negro retinto. A un alfarero de sesenta y cuatro
años, con los problemas de visión que la edad siempre ocasiona, y que
dejó de usar gafas por culpa del calor del horno, no se le puede
censurar que haya dicho, Es negro, dado que antes era de noche y
llovía, y ahora la distancia vuelve nebuloso el crepúsculo de la
mañana. Cuando Cipriano Algor se aproximó finalmente al perro vio
que nunca más podrá repetir Es negro, pero también pecaría
gravemente contra la verdad si afirmara Es gris, mucho más cuando
descubra que una estrecha mancha blanca, como una delicada
corbata, baja por el pecho del animal hasta el comienzo del vientre. La
voz de Marta sonó al otro lado de la puerta, Padre, despierte, tiene al
perro esperando, Estoy despierto, ya voy, respondió Cipriano Algor,
pero inmediatamente se arrepintió de que le hubieran salido las dos
últimas palabras, era pueril, era casi ridículo, un hombre de su edad
alborozándose como un niño a quien le han traído el juguete soñado,
cuando todos sabemos que en lugares como éstos un perro es tanto
más estimado cuanto más cabalmente demuestre su utilidad práctica,
virtud que los juguetes no necesitan, y en lo que a los sueños se
refiere, si de cumplirlos se trata, no sería bastante un perro para quien
acaba de pasar la noche soñando con un tigre. Pese a que luego se lo
reprochará, Cipriano Algor esta vez no va a perder tiempo con arreglos
y aseos, se vistió rápidamente y salió del cuarto. Marta le preguntó,
Quiere que le prepare alguna cosa para que coma, Después, ahora la
comida le distraería, Vaya, vaya a domar a la fiera, No es ninguna
fiera, pobre animal, lo he estado observando desde la ventana, Yo
también lo he visto, Qué te ha parecido, No creo que sea de nadie de
por aquí, Hay perros que nunca salen de los patios, viven y mueren
allí, salvo en los casos en que los llevan al campo para ahorcarlos en la
rama de un árbol o para rematarlos con una carga de plomo en la
cabeza, Oír eso no es una buena manera de comenzar el día,
Realmente no lo es, así que vamos a iniciarlo de una forma menos
humana, pero más compasiva, dijo Cipriano Algor saliendo a la
explanada. La hija no lo siguió, se quedó entre las puertas, mirando,
La fiesta es suya, pensó. El alfarero se adelantó algunos pasos y con
voz clara, firme, aunque sin gritar, pronunció el nombre escogido,
Encontrado. El perro ya había levantado la cabeza al verlo, y ahora,
escuchado finalmente el nombre por el que esperaba, salió de la
caseta de cuerpo entero, ni perro grande ni perro pequeño, un animal
joven, esbelto, de pelo crespo, realmente gris, realmente tirando a
negro, con la estrecha mancha blanca que le divide el pecho y que
42