LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 31
Marta miraba al padre con fervor, con una intensidad apasionada, y
pensaba, Este es mi viejo padre, son exageraciones disculpables de
quien todavía está en los primeros albores de la edad adulta, a un
hombre de sesenta y cuatro años, aunque de ánimo un poco marchito
como en éste se está observando, no se debería, con tan inconsciente
liviandad, llamarle viejo, habría sido ésa la costumbre en las épocas en
que los dientes comenzaban a caerse a los treinta años y las primeras
arrugas aparecían a los veinticinco, actualmente la vejez, la auténtica,
la insofismable, aquélla de la que no podrá haber retorno, ni siquiera
fingimiento, sólo comienza a partir de los ochenta años, de hecho y sin
disculpas, a merecer el nombre que damos al tiempo de la despedida.
Qué será de nosotros si el Centro deja de comprar, para quién
fabricaremos lozas y barros si son los gustos del Centro los que
determinan los gustos de la gente, se preguntaba Marta, no fue el jefe
de departamento quien decidió reducir los pedidos a la mitad, la orden
le llegó de arriba, de los superiores, de alguien para quien es
indiferente que haya un alfarero más o menos en el mundo, lo que ha
sucedido puede haber sido apenas el primer paso, el segundo será que
dejen definitivamente de comprar, tendremos que estar preparados
para ese desastre, sí, preparados, pero ya me gustaría saber cómo se
prepara una persona para encajar un martillazo en la cabeza, y cuando
asciendan a Marcial a guarda residente, qué haré con padre, dejarlo
solo en esta casa y sin trabajo, imposible, imposible, hija
desnaturalizada, dirían de mí los vecinos, peor que eso, diría yo de mí
misma, las cosas serían diferentes si madre viviera, porque, en contra
de lo que se suele decir, dos debilidades no hacen una debilidad
mayor, hacen una nueva fuerza, probablemente no es así ni nunca lo
ha sido, pero hay ocasiones en que convendría que lo fuese, no, padre,
no, Cipriano Algor, cuando yo salga de aquí vendrás conmigo, aunque
te tenga que llevar a la fuerza, no dudo de que un hombre sea capaz
de vivir solo, pero estoy convencida de que comienza a