LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 24
desmoldarlo, limpiarlo, después meterlo todo en la furgoneta e ir a
venderlo, le recuerdo que las cosas ya van siendo bastante difíciles
pese a la ayuda que nos da Marcial en el poco tiempo que está aquí,
He de encontrar quien me eche una mano, no faltan muchachos en el
pueblo, Sabe perfectamente que ya nadie quiere ser alfarero, quien se
harta del campo se va a las fábricas del Cinturón, no salen de la tierra
para llegar al barro, Una razón más para que tú te vayas, No estará
pensando que lo voy a dejar aquí solo, Vienes a verme de vez en
cuando, Padre, por favor, estoy hablando en serio, Yo también, hija
mía.
Marta se levantó para cambiar los platos y servir la sopa, que era
hábito de la familia tomarla después. El padre la seguía con los ojos y
pensaba, Estoy dejando que se complique todo con esta conversación,
mejor sería que se lo contara ya. No lo hizo, súbitamente la hija pasó a
tener ocho años, y él le decía, Fíjate bien, es como cuando tu madre
amasa el pan. Hacía rodar la pella de arcilla adelante y atrás, la
comprimía y la alargaba con la parte posterior de la palma de las
manos, la golpeaba con fuerza contra la mesa, la estrujaba, la
aplastaba, volvía al principio, repetía toda la operación, una vez, otra
vez, otra aún, Por qué hace eso, le preguntó la hija, Para no dejar
dentro del barro caliches, grumos y burbujas de aire, sería malo para
el trabajo, En el pan también, En el pan sólo los grumos, las burbujas
no tienen importancia. Ponía a un lado el cilindro compacto en que
transformara la arcilla y comenzaba a amasar otra pella, Ya va siendo
hora de que aprendas, dijo, pero después se arrepintió, Qué estupidez,
s