LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 23
sobrepuestos, el de encima más pequeño que el de abajo, y de cuyos
orígenes tampoco quedó memoria. Sobre sus vetustos cimientos se
construyó el horno actual, este que coció la carga de la que el Centro
sólo quiso recibir la mitad, y que ahora, ya frío, espera que lo carguen
de nuevo. Con una atención exagerada Cipriano Algor estacionó la
furgoneta debajo del alpendre, entre dos cargas de leña seca, después
pensó que todavía podría pasar por el horno y ganar algunos minutos,
pero le faltaba el motivo, le faltaba la justificación, no era como otras
veces, cuando regresaba de la ciudad y el horno estaba funcionando,
en esos días iba a mirar dentro de la caldera para calcular la
temperatura por el color de los barros incandescentes, si el rojo oscuro
ya se había convertido en rojo cereza. o éste en naranja. Se quedó allí
parado, como si el ánimo que necesitaba se le hubiese retrasado por el
camino, pero fue la voz de la hija la que le obligó a moverse, Por qué
no entra, el almuerzo está listo. Intrigada por la demora, Marta
apareció entre las puertas, Venga, venga, que la comida se enfría.
Cipriano Algor entró, le dio un beso a la hija y se encerró en el cuarto
de baño, comodidad doméstica instalada cuando ya era adolescente y,
desde hace mucho tiempo, necesitada de ampliación y mejoras. Se
observó en el espejo, no encontró ninguna arruga de más en la cara,
La tengo dentro, seguro, pensó, después vertió aguas, se lavó las
manos y salió. Comían en la cocina, sentados ante una gran mesa que
había conocido días más felices y asambleas más numerosas. Ahora,
tras la muerte de la madre, Justa Isasca, de quien tal vez no se vuelva
a hablar mucho más en este relato, pero de quien aquí se deja escrito
el nombre propio, que el apellido ya lo conocíamos, los dos comen en
un extremo, el padre a la cabecera, Marta en el lugar que la madre
dejó vacío, y frente a ella Marcial, cuando está. Cómo le ha ido la
mañana, preguntó Marta, Bien, lo habitual, respondió el padre
agachando la cabeza sobre el plato, Marcial telefoneó, Ah sí, y qué
quería, Que había estado hablando con usted sobre lo de vivir en el
Centro cuando lo asciendan a guarda residente, Sí, hablamos de eso,
Estaba enfadado porque usted volvió a decir que no está de acuerdo,
Entre tanto lo pensé mejor, creo que será una buena solución para
ambos, Qué le ha hecho, de repente, mudar de ideas, No querrás
seguir trabajando de alfarera el resto de tu vida, No, aunque me gusta
lo que hago, Debes acompañar a tu marido, mañana tendrás hijos,
tres generaciones comiendo barro es más que suficiente, Y usted está
de acuerdo en venirse con nosotros al Centro, en dejar la alfarería,
preguntó Marta, Dejar esto, nunca, eso está fuera de cuestión, Quiere
decir que lo hará todo solo, cavar el barro, amasarlo, trabajarlo en el
tablero y en el torno, cargar y encender el horno, descargarlo,
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