LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 20

abrir la puerta trasera, al mismo tiempo que llamaba, Eh, señor, eh, señor, venga aquí. El hombre se detuvo, Quiere que le ayude, preguntó, No, no es eso, Entonces, qué, Venga aquí, hágame el favor. El hombre vino y Cipriano Algor dijo, Tome esta media docena de platos, lléveselos a su mujer, es un regalo, y tome estos seis más, que son soperos, Pero yo no he hecho nada, dudó el hombre, No importa, es lo mismo que si hubiese hecho, y si necesita un botijo para el agua, aquí tiene, Realmente, un botijo no vendría mal en casa, Pues entonces lléveselo, lléveselo. El alfarero apiló los platos, primero los llanos, después los hondos, después éstos sobre aquéllos, los acomodó en la curva del brazo izquierdo del hombre, y, como tenía el botijo colgando de la mano derecha, no tuvo el beneficiado mucho de sí con que agradecer, sólo la vulgar palabra gracias, que tanto es sincera como no, y la sorpresa de una inclinación de cabeza nada armónica con la clase social a que pertenece, queriendo esto decir que sabríamos mucho más de las complejidades de la vida si nos aplicásemos a estudiar con ahínco sus contradicciones en vez de perder tanto tiempo con las identidades y las coherencias, que ésas tienen la obligación de explicarse por sí mismas. Cuando el hombre que tenía pinta de asaltante, pero que finalmente no lo era, o simplemente n