LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 110

ahorcándose en él, Con una marea negra de ésas nuestro bote ni sale, dijo Marta, pero tiene razón, el tiempo no está ahí sentado a la espera, tenemos que ponernos a trabajar, mi tarea, de momento, es dibujar los lados y los dorsos de las figuras y darles color, cuento con acabarlas antes de la noche si nadie me distrae, No esperamos visitas, dijo Cipriano Algor, yo me encargo del almuerzo, Es sólo calentarlo, y hacer una ensalada, dijo Marta. Fue en busca de las hojas de papel de dibujo, las acuarelas, los tarros, los pinceles, un paño viejo para secarlos, dispuso todo en buen orden, metódicamente, sobre la mesa, se sentó y tomó el asirio de barbas, Comienzo por éste, dijo, Simplifica lo más que puedas para que no haya clavaduras ni anclajes en el desmolde, dos táceles y basta, un tercer tacel ya estaría fuera de nuestro alcance, No me olvidaré. Cipriano Algor se quedó algunos minutos mirando cómo dibujaba la hija, después salió a la alfarería. Iba a medirse con el barro, a levantar los pesos y las halteras de un aprender nuevo, rehacer la mano entorpecida, modelar unas cuantas figuras de ensayo que no sean, declaradamente, ni bufones ni payasos, ni esquimales ni enfermeras, ni asirios ni mandarines, figuras de las que cualquier persona, hombre o mujer, joven o vieja, mirándolas, pudiese decir, Se parece a mí. Y quizá una de esas personas, mujer u hombre, vieja o joven, por el gusto y tal vez la vanidad de llevarse a casa una representación tan fiel de la imagen que de sí misma tiene, venga a la alfarería y pregunte a Cipriano Algor cuánto cuesta esa figura de allí, y Cipriano Algor dirá que ésa no está a la venta, y la persona le preguntará por qué, y él responderá, Porque soy yo. Cayó la tarde, no tardaría el crepúsculo, cuando Marta entró en la alfarería y dijo, Ya he terminado, los he dejado secándose sobre la mesa de la cocina. Luego, habiendo visto el trabajo ejecutado por el padre, dos figuras inacabadas de casi dos palmos de altura, erectas, masculina una, femenina otra, desnudas ambas, del hombro de una salía una punta de alambre, comentó, Nada mal, padre, nada mal, pero nuestra muñequería no necesitará ser tan grande, acuérdese de que habíamos pensado en un palmo de los suyos, Convendrá que sean un poco mayores, se verán más en los escaparates del Centro, y también hay que contar con la reducción de tamaño dentro del horno como consecuencia de la pérdida última de humedad, de momento son sólo experimentos, Incluso así, me gustan, me gustan mucho, y no se parecen a nada que haya visto, aunque la mujer me recuerda a alguien, En qué quedamos, preguntó Cipriano Algor, dices que no se parecen a nada que hayas visto y añades que la mujer te recuerda a alguien, Es una impresión doble, de extrañeza y de familiaridad, Tal vez no tenga que criar perros, tal vez me dedique a la escultura, que 110