LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 105

piedra, parecía que le costaba izar su propio cuerpo de allí, no es de extrañar, que no es lo mismo el peso que el hombre siente y el que la mecánica de la balanza registraría, unas veces de más, otras veces de menos. Cipriano Algor va a entrar en casa, pero, al contrario de lo que quedó anunciado antes, no agradecerá a la hija que le hiciera ver la luz de la razón, no se puede pedir tanto a un hombre que acaba de renunciar a un sueño, aunque sea de tan poco alcance como era éste, una simple vecina viuda, dirá, sí, que va a encargar las cajas al carpintero, no es que sea lo más urgente que hay que hacer, pero algún tiempo se adelantará, que en materia de plazos nunca los carpinteros ni los sastres han sido de fiar, por lo menos era así en