LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 103
conoce otra manera de evitar que la amada mano del amo huya
bruscamente al contacto, prueba final de que no todo está resuelto en
la relación entre las personas humanas y las personas caninas, tal vez
esa humedad y esa frialdad despierten viejos miedos en la parte más
arcaica de nuestros cerebros, la viscosidad indeleble de una babosa
gigante, el gélido y ondulante deambular de una serpiente, el aliento
glacial de una gruta poblada por seres de otro mundo. Tanto es así que
Cipriano Algor retiró con presteza la mano, aunque el hecho de haber
acariciado en seguida la cabeza de Encontrado, siendo obviamente una
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