LA CASA DE LOS ESPÍRITUS ALLENDE ISABEL - La Casa De Los Espiritus.PDF | Page 47

La casa de los espíritus Isabel Allende medicamentos, sus quejidos tenues, sus interminables oraciones, esa mujer sufriente que había poblado de prohibiciones y terrores su infancia y cargado de responsabilidades y culpas su vida de hombre. Llamó a Pedro Segundo García y le explicó la situación. Lo llevó al escritorio y le mostró el libro de contabilidad y las cuentas de la pulpería. Le entregó un manojo con todas las llaves, menos la de la bodega de los vinos, y le anunció que a partir de ese momento y hasta su regreso, él era responsable de todo lo que había en Las Tres Marías y que cualquier estupidez que cometiera la pagaría muy cara. Pedro Segundo García recibió las llaves, se metió el libro de cuentas debajo del brazo y sonrió sin alegría. -Uno hace lo que puede, no más, patrón -dijo encogiéndose de hombros. Al día siguiente Esteban Trueba rehizo por primera vez en años el camino que lo había llevado de la casa de su madre al campo. Se fue en una carreta con sus dos maletas de, cuero hasta la estación San Lucas, ton ió el coche de primera clase de los tiempos de la compañía inglesa de fi:rrocarriles y volvió a recorrer los vastos campos tendidos al pie de la cordillera. Cerró los ojos e intentó dormir, pero la imagen de su madre le espantó el sueño. 47