LA CASA DE LOS ESPÍRITUS ALLENDE ISABEL - La Casa De Los Espiritus.PDF | Page 226
La casa de los espíritus
Isabel Allende
Cuando llegué al Ministerio de Defensa me sorprendió ver el edificio convertido en
un muladar. Los ordenanzas baldeaban los pisos con estropajos, vi algunas paredes
aportilladas por las balas v por todos lados corrían los militares agazapados, como si
de verdad estuvieran en medio de un campo de batalla o esperaran que le cayeran los
enemigos del techo. Tuve que aguardar casi tres horas para que me atendiera un
oficial. Al principio creí que en ese caos no me habían reconocido y por eso me
trataban con tan poca deferencia, pero luego me di cuenta cómo eran las cosas. El
oficial me recibió con las botas sobre el escritorio, masticando un emparedado
grasiento, mal afeitado, con la guerrera desabotonada. No me dio tiempo de preguntar
por mi hijo Jaime ni para felicitarlo por la valiente acción de los soldados que habían
salvado a la patria, sino que procedió a pedirme las llaves del automóvil con el
argumento de que se había clausurado el Congreso y, por lo tanto, también se habían
terminado las prebendas de los congresistas. Me sobresalté. Era evidente, entonces,
que no tenían intención alguna de volver a abrir las puertas del Congreso, como todos
esperábamos. Me pidió, no, me ordenó, presentarme al día siguiente en la catedral, a
las once de la mañana, para asistir al Te Deum con que la patria agradecería a Dios la
victoria sobre el comunismo.
-¿Es cierto que el Presidente se suicidó? -pregunté.
-¡Se fue! -me contestó.
-¿Se fue? ¿Adónde?
-¡Se fue en sangre! -rió el otro.
Salí a la calle desconcertado, apoyado en el brazo de mi chofer. No teníamos forma
de regresar a la casa, porque no circulaban taxis ni buses y yo no estoy en edad para
caminar. Afortunadamente pasó un jeep de carabineros y me reconocieron. Es fácil
distinguirme, como dice mi nieta Alba, porque tengo una pinta inconfundible de viejo
cuervo rabioso y siempre ando vestido de luto, con mi bastón de plata.
-Suba, senador -dijo un teniente.
Nos ayudaron a trepar al vehículo. Los carabineros se veían cansados