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La casa de los espíritus
Isabel Allende
Clara escribió pequeñas tarjetas tiara sus seres queridos. que eran muchos, y las
puso sigilosamente en una caja bajo su cama. A la mañana siguiente no se levantó y
cuando llegó la mucama con el desayuno, no le permitió abrir las cortinas. Había
comenzado a despedirse también de la luz, para entrar lentamente en las sombras.
Advertido, Jaime fue a verla y no se fue hasta que ella se dejó examinar. No pudo
encontrar nada anormal en su aspecto, pero supo, sin lugar a dudas, que iba a morir.
Salió de la habitación con una amplia e hipócrita sonrisa y una vez fuera de la vista de
su madre, tuvo que apoyarse en la pared, porque le flaqueaban las piernas. No se lo
dijo a nadie en la casa. Llamó a un especialista que había sido su profesor en la
Facultad de Medicina y ese mismo día éste se presentó en el hogar de los Trueba.
Después de ver a Clara confirmó el diagnóstico de Jaime. Reunieron a la familia en el
sayón y sin muchos preámbulos les notificaron que no viviría más de dos o tres
semanas y que lo único que se podía hacer era acompañarla, para que muriera
contenta.
-Creo que ha decidido morirse, y la ciencia no tiene remedio alguno contra ese mal
-dijo Jaime.
Esteban Trucha agarró a su hijo por el cuello y estuvo a punto de estrangularlo, sacó
a empujones al especialista y luego rompió a bastonazos las lámparas y las porcelanas
del salón. Finalmente cayó de rodillas al suelo gimiendo como una criatura. Alba entró
en ese momento y vio a su abuelo colocado a su altura, se acercó, lo quedó