LA CASA DE LAS DOS PALMAS la casa de las dos palmas | Page 6
Libro de heroísmo, de seres buenos como Rogelia y Abraham. Es notable la observación de la vejez o
“desadaptación”, la lentitud de los movimientos, la pereza que preceden la muerte. Vejez de los padres y
vejez de la casa abandonada.
Recuerdos y realidad se mezclan en esa provincia. A las veladas asisten siempre los espantos: El
Patas, la Llorona, la Patasola, el espanto de la guaca, el hombre-gorila. Se cuenta la leyenda del Indio
Desterrado, surge la Laguna Encantada, los cuentos infantiles
Sebastián de las Gracias, El caballo de los siete colores. Los relatos toman proporciones fantásticas,
exageran “como buenos paisas”. No podían faltar las coplas del Poeta, el trovador, la música de los boleros,
bambucos, pasillos y guabina. Desde un principio Manuel Mejía Vallejo muestra un conocimiento extenso de
su entorno: orquídeas, claveles, pensamientos, hortensias, rosas. Tomarán luego un significado particular
para Isabel de La Casa de las dos Palmas (16), traducirán los secretos del amor. La ceiba, el yarumo; las
moras, guayabas, piñuelas, mortiños, matandreas, madroños, la fauna con sus carriquíes, loros, carpinteros,
soledades, gurrias, gavilanes, turpiales, sinsontes y toches cantan “el lenguaje del monte”. (17) Corren por
esos lugares y por el libro los armadillos, conejos, ardillas, perros de monte, cusumbos y venados; perros
como Robachol y Terrible, caballos y yeguas como La Colorada, El Carey, La Imperia. Aroma de la leña en los
frisoles petacos o comunes con plátano, arepa, mazamorra y café; en Navidad: la natilla, el quesito, los
buñuelos de maíz capio. La tierra éramos nosotros es olorosa a fogón de leña y sabe a campo.
Implica para el escritor un largo trabajo de apuntes. Unas formas vienen de arcaísmos: enantes,
entuavía, en estico, otras son adaptaciones fonéticas (se busca siempre el menor esfuerzo): Nu-hay-di-otra,
gediundo, li-arrebanó la cabeza, al filo di-oración. Se crean palabras o se les cambia el sentido: el
bastimento, sí era curiosa, arriscadiña, el forástico, penamenta...
Manuel Mejía Vallejo fue, desde el principio, un estudioso del lenguaje y un maestro del diálogo.
Existe soltura, naturalidad de la forma. Otros aspectos son la reflexión filosófica y la poesía. Bernardo
observa a Abraham: “La lluvia de la tarde lo hace meter en su yo más hondo”. (18) Lo sigue y luego se
sienta a su lado: “Sólo se oye el murmurar del monte y de la hierba y el eco sordo del río. Y algún ladrido de
perro supersticioso, allá lejos, tendido contra las montañas”. (19) Poesía del beso de Bernardo, sugerido en
una exclamación de Clara, así como el hijo sólo se refleja en los ojos de la Caucanita. Poesía donde fluye el
tiempo. Veinte años y tan cerca de lo que se va y muere: “Los días se deslizan sobre nuestras vidas
tranquilas hasta caer en el vacío del tiempo”.