LA CASA DE LAS DOS PALMAS la casa de las dos palmas | Page 7
Bernardo se queja de la imprecisión de su ruta, sin embargo la presiente: “América necesita
novelistas de su tierra y de sus hombres, y tal vez pueda llegar a ser uno de ellos”. (20) Y lo fue.
Manuel Mejía Vallejo se traslada a Medellín en 1938, sale para Bogotá en viaje iniciático, acude a
tertulias y al volver emprende una labor social al fundar La Casa De la Cultura de Medellín y 28 bibliotecas en
los barrios. Generación equivalente a la “Generación perdida”. Existió en toda época, en todo país, gracias a
la rebeldía de los menores de treinta años. Tertuliano de Guayaquil, profesor, colaborador del periódico
liberal, El Sol, camina lenta pero seguramente hacia el exilio. Su cargo de Secretario de Auditoria de la
Contraloría Departamental de Medellín se le cancela por supuesta “participación en disturbios contra el orden
público”. Era el 9 de Abril de 1948.
Las amenazas de muerte, las traiciones significaban el destierro obligatorio. El exilio es una palabra
que se pronuncia y mágicamente empequeñece la vida. A Manuel Mejía Vallejo se la amplia. Adquiere una
visión más universal del mundo.
Viaja a Venezuela en 1950 y después de pasar una prueba de redacción sobre tres temas: el cultivo
del trigo, la presunta nacionalización del petróleo y un tema libre, se salva con un comentario sobre la obra
de Rómulo Gallegos y el periódico “Diario de Occidente” lo contrata. Lo encargan de escribir dos columnas
diarias que titulará “Tono menor” y “Trigo del buen costal” tal vez en recuerdo de la primera prueba. Es
extranjero y no puede firmar con su nombre. Escoge los seudónimos: Naután y Candil (símbolo de luz). Le
confían además los editoriales, lo que le vale al Director Rodolfo Aubert numerosas entradas a la cárcel y la
fama inmerecida de héroe.
Sus viajes por Venezuela, sus reportajes le confirman la miserable situación del campesino y del
indio. Es una época de intensa creación: la novela El hombre vegetal (21), titulada también Humo de leña
verde nunca satisfizo a su autor, sin embargo, le sirvió de prueba, no la desechó y varios capítulos se
publicaron en periódicos. Los cuentos para los cuales siempre tuvo la concisión necesaria, el manejo de la
tensión dramática ganan premios en Venezuela, en México, y en El Salvador. La Guitarra (22) escrito en
1951, en Maracaibo, hacía parte de aquella novela. Fue tercer premio del VII Concurso Anual de Cuento en
Caracas. El texto reúne los temas de su preocupación: la tierra, la sequía, el hambre, el perro aguantador y
comprensivo, la pobreza que obliga a vender lo que más se quiere y que para otro no vale nada, el amor