LA CASA DE LAS DOS PALMAS la casa de las dos palmas | Page 34

segundo título: “El amor es algo de que una muchas veces no se da cuenta, es como la brisa entre los naranjos”. El libro se divide en dieciséis capítulos y el primero continúa el último de La Casa de las dos Palmas. La muerte de Efrén Herreros y la venganza trunca de José Aníbal Gómez. Es el regreso al páramo para los lectores y luego para Bernardo, descendiente de los Herreros. Su voz aparece, se esconde para dejar hablar, no sólo a los invocados que viven en los cuadros, sino a los habitantes de los recuerdos de Balandú y de La Casa de las dos Palmas. Pero esa voz cobra fuerza al invocar a Medardo y se afianza en la última parte. Él va en busca de sus raíces, su ascenso a La Casa de las dos Palmas es interior. De creaciones anteriores se citan fragmentos. Selección cuidadosa, son lo más importante de la historia de cada personaje o del sitio mencionado. Confieren a Los Invocados esa particularidad de centro de una obra y una movilidad giratoria. También una total independencia. Ella se basta a sí misma. Está completa. Relata la desintegración de una familia, de una mansión, de un pueblo. Y su rescate por el recuerdo. El orden no es “de una lógica fría”, es de “mis impulsos” (97) advierte Bernardo. Otro juego para el lector. Reviven Evangelina y José Aníbal en un segundo matrimonio. La muerte de ese verdugo apasionado que no tiene fibra de fantasma. Enrique Herreros en su dramática lucha por un ideal, Paula Morales y su coro de aulladoras, Zoraida y sus ojos ausentes, Asdúbal- El Judío Errante-, Isabel, Efrén Herreros “y su mirada eterna”. Lucía y Medardo se encuentran de nuevo en ese mundo tan real de los sueños que parecen vivir en el páramo y alimentarse de niebla y de la voz que los recrea. Los muertos lo habitan también y “como las piedras labradas, se fueron haciendo mito en las tierras altas de Balandú”. (98) ¿Cómo son los Inusitados? Desconfiados, silenciosos, miran en derredor: “Su presencia - o su ausencia agresiva y peligrosa- tenía más valor que la palabra”. (99) A veces parecen tímidos, esquivos, al margen. Sus gestos están cansados. Elías Botero cita a Marie de France cuyos cantos pertenecen a la tradición celta. En los cuentos de su autoría existe un país de los muertos transitado por los vivos. Se cruza un río y el otro mundo está en una isla. Los suicidas, los asesinados o embrujados se vuelven unos espíritus malos, celosos. Los demás son protectores. En Los Invocados reviven los amigos de Medardo Herreros: Elías Botero, Eusebio Morales, Octavio Ospina, sus “charlas ociosas” , esa vena rabelaisiana, la afición por las Eglogas , las canciones de Bilitis, las