LA CASA DE LAS DOS PALMAS la casa de las dos palmas | Page 35

tomaduras de pelo, las novias inventadas, las exageraciones y el buen vino que sostiene esas reuniones durante siete días y sus noches. Omar El Kayyam no está lejos, podría escucharse: Cuando la mano izquierda de la aurora brilla en el cielo, en la taberna implora soñada voz: ‘El ánfora se mustia y la vida se va: bebed, ya es hora. Elías Botero es el mejor amigo de Medardo quien en una borrachera le dispara. Es casi un accidente. Los remordimientos lo corroen. Presiente que Ellos , los jueces implacables se acercan. La segunda parte empieza con el juicio. Es estremecedor, pavoroso. Una atmósfera helada, esculturas funerarias, frialdad de la piedra, inmensidad de los muros. Desnudez de la nada. Ni un color, ni un perfume, ni un canto. Rocas. Los versos de Porfirio Barba-Jacob completarían esa visión: “Llego junto a los muros que circundan / el reino de la muerte.”. A lo lejos unas campanas confieren un carácter religioso. Sin embargo es un juicio metafísico. Parece más bien un juicio de Medardo al Juez y a los Jurados sobre lo que es la vida - trampolín a la muerte- la existencia de Dios - condenado a existir por la fe que se le tiene- la libertad que tampoco existe, el remordimiento vano “dos brazos extendidos como cardando neblina”. Ningún acto se enmienda, es la condena. Es el mito de Sisifo: repetir sin fin el mismo gesto. La salvación: sentir un segundo la alegría al recoger la piedra, respirar hondo, sonreír y seguir la repetición durante la eternidad. Juicio metafísico porque implica el absurdo de los actos de la vida. No existe posibilidad, sólo caminar hasta caer. La vida es inconclusa, los actos también. No hay perdón ni Dios. La muerte es paz, inmovilidad, plenitud, eternidad. Es ausencia de todo: movimiento, cambio, sensibilidad. Es el alejamiento de los recuerdos. El olvido es muerte. Juicio penal con idea de pena, castigo, condena. El cargo: atraer a los muertos por el recuerdo. Es un juicio de conciencia que el mismo Medardo se hace: remordimiento por el suicidio de Zoraida y la muerte de Elías. El mismo se condena. Es aterrador. No hay salvación. La nada. Sólo equivocarse en vida, nadie que perdone, que escuche. Un desierto de piedra. Es el más potente grito a Dios, la más alta acusación, la desolación. Estamos solos y equivocados. La grandeza del ser humano consiste en vivir a sabiendas de que no hay nada y a veces disfrutarlo. Es el existencialismo de Albert Camus con toda su agonía y amor por la vida. Más allá los Inusitados, la niebla. Allá lo espera Porfirio Barba-Jacob, el invocado de Manuel Mejía Vallejo: “(Hay un silencio pavoroso... /Por la llanura desolada /los peregrinos sin reposo/ ya no ven nada...