LA CASA DE LAS DOS PALMAS la casa de las dos palmas | Page 31
los habitantes del páramo. Sadismo del hombre en su manifestación de amor, celos que llevan a ritos
medievales de encierro, cadenas y tortura. La mujer se refugia en el pasado de Balandú, en el recuerdo de
su padre. La locura de José Aníbal es progresiva, las páginas tienen la inspiración de la demencia.
Se aborda una reflexión sobre las relaciones en la familia. ¿Cómo eran las mujeres en ese tiempo?,
¿Qué educación recibían? , ¿A qué las preparaban? Sumisión, religiosidad, ignorancia de la vida de pareja,
rutina de oficios, visitas de cumplidos. La queja de Evangelina a Efrén Herreros es reveladora: “Yo nada
sabía, papá”. No excluye el valor a la hora de los enfrentamientos. En el campo el trabajo solidario del
hombre y de la mujer los prepara mejor para apoyarse mutuamente. Los niños hacen preguntas acerca de
los animales que ven aparearse y las repuestas son naturales.
Los hombres no salen mejor librados. El padre de Efrén Herreros es un patriarca de tribu bíblica.
Impone su voluntad: “mi ley”. Su derecho es señorial, lo ejerce con mujeres distintas a su esposa y son
numerosos los hermanos medios que a veces se desconocen como Escolástica y Juancho López. Los hijos
reprueban, sufren por la madre y desarrollan un odio hacia el padre. La madre educa a las hijas, el padre se
encarga de los varones. La menor tendencia a la sensibilidad es condenada. Acostumbran seguir las carreras
tradicionales: Derecho, Medicina.
Cuando Zoraida, el maestro Bastidas se reúnen por las noches en la sala de la Casa de las dos
Palmas, Enrique Herreros sale de los relatos de su hermano Efrén como si la locura lo persiguiera más allá
de su muerte y necesitara volver para ser una vez más el Coronel Herreros, pelear en Palonegro, cruzar de
nuevo el puente de Peralonso, vencer por lo que estima justo- un cambio -. Heroísmo, nobleza del General
Uribe Uribe con sus adversarios en los cuales ve siempre un colombiano, “un compatriota”, miseria y
crueldad de la guerra. Necesidad de borrar a su padre que usurpaba su rostro, su vida. Un ali