LA CASA DE LAS DOS PALMAS la casa de las dos palmas | Page 30
Andaluz” de Buñuel, una imagen del ojo cortado con una cuchilla. La ceguera de Zoraida es diferente: es
luminosa. El tío Mariano es otro ciego de “La Casa de las dos Palmas”. Es impedimento pero también un
sentido extra.
Asdrúbal es un hombre extraño, “ancho de alas su sombrero negro, saco negro al envés de las
rodillas”. (83) Su presencia se relaciona con Zoraida. Luego adquiere una dimensión universal: se convierte
en “El Judío Errante”.
Escolástica siempre fue bruja, invoca a Dios y al diablo por parejo. Nada se pierde. Raíces,
invocaciones, el mal le hace falta.
Roberto es el trovador, el juglar, el príncipe, el paje. Vence con armas muy distintas al latiguillo y al
revólver. Con ironía e ingenio. Las estocadas no son menos hirientes. Canta sus coplas sobre el amor, el
olvido, la vida y la muerte. Reflexión filosófica, sensibilidad a las cosas sencillas. “Desde pequeño - escribe
Manuel Mejía Vallejo en el prólogo a Prácticas para el olvido (84) - la escuché en mi cordillera y la aprendí al
galope de caballo por aquellos caminos increíbles del San Juan- Docató, río de los yuyos en lenguaje nativo -,
abiertos al aire sus cuatro versos cuando un rastro de leyenda hablaba de ausencias por amor, de ausencias
por muerte y ausencias por olvido”. Para él, “La copla era otra seña de identidad”. “Coplas de buen querer y
prácticas para el olvido”. No sólo de amor sino de muerte, de soledad, de agonía. Soledumbres (85), es un
libro de coplas acerca del cual Geraldino Brasil, poeta de Recife, escribe: “Leí de la primera a la última página
con encanto, con ternura, con emoción. Aquí y allá reflexionaba: pues era esto precisamente lo que quería
decir”. (86)
Roberto desaparece, es un duende. Medardo, imaginativo, viajero como él, construye para Lucía un
mundo hecho a cuatro manos. Las de Roberto y las suyas: “Nadie muere. Uno mira hacia adentro y se lleva
las cosas que quiso. Allá está uno con todo lo que miró”. (87) Cuando ella fallece los vientos se desatan
como en las tragedias de Shakespeare, liberan un pasadizo hacia los espejos.
Bajamos a las tierras calientes, al infierno de Evangelina y José Aníbal Gómez. Todo está en exceso,
exuberancia y colores, inquietante multiplicación de insectos, reptiles, pájaros. Olores de fermentaciones,
sudor. La violencia domina en la vida cotidiana: marcada de reses, doma, castrada. Bramidos, quejidos,
cascoteos. Atmósfera de pesadilla. La alegría, las danzas, la sensualidad contrastan con el modo de ser de