-Tu pregunta presume que el veneno es malo, que tales creaciones no tienen ningún
propósito. Muchas de las así llamadas plantas nocivas, como ésta, poseen increíbles
propiedades curativas o son necesarias para espléndidas maravillas cuando se combi-
nan con algo más. Los seres humanos tienen una gran capacidad para declarar que
algo es bueno o malo, sin saber si en verdad lo es.
Obviamente el breve receso, en beneficio de Mack, había terminado, y Sarayu le lanzó
una pala de mano, tomando el rastrillo.
-Para preparar este terreno, debemos desenterrar las raíces de toda la maravillosa ve-
getación que estaba aquí. Es un trabajo pesado, pero que bien vale la pena. Si quita-
mos las raíces, no podrán hacer lo que procede naturalmente ni dañar la semilla que
sembraremos.
-Está bien -gruñó Mack, al tiempo que ambos se ponían de rodillas en el terreno recién
desbrozado.
Sarayu llegaba hondo bajo la tierra, hallaba las puntas de las raíces y las sacaba sin
esfuerzo a la superficie. Le dejó las más cortas a Mack, quien usaba la pala para cavar
y sacarlas. Luego
sacudían las raíces para quitarles la tierra, y las arrojaban a uno de los montones que
Mack había hecho.
-Las quemaré después -dijo ella.
-Decías que los seres humanos declaramos que algo es bueno o malo sin saber... -ob-
servó Mack, sacudiendo la tierra de otra raíz.
-Sí. Me refería específicamente al árbol de la ciencia del bien y del mal.
-¿El árbol de la ciencia del bien y del mal? -preguntó Mack.
-¡Exacto! -afirmó ella, y pareció casi ensancharse y contraerse de énfasis mientras tra-
bajaba-. Ahora, Mackenzie, empiezas a saber por qué comer el fruto mortal de ese ár-
bol fue tan devastador para tu raza.
-Nunca he reflexionado mucho en eso, la verdad -dijo Mack, intrigado por la dirección
que tomaba su conversación-. ¿Así que es cierto que hubo un jardín? Digo, ¿el Edén y
todo eso?
-Claro. Te dije que me gustan los jardines.
-Esto va a molestar a algunas personas. Muchos piensan que sólo fue un mito.