LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 97

Esta vez Sarayu hizo una pausa antes de contestar: -Ustedes, los seres humanos, son tan pequeños a sus propios ojos... En verdad igno- ran su lugar en la creación. Habiendo elegido el ruinoso camino de la independencia, ni siquiera comprenden que arrastran consigo a toda la creación. Sacudió la cabeza, y el viento suspiró en los árboles cercanos. -Esto es muy triste; pero las cosas no serán así para siempre. Disfrutaron de unos momentos de silencio mientras Mack volteaba hacia las diversas plantas que podía ver desde donde se encontraban. -¿Así que en este jardín hay plantas venenosas? -preguntó. -¡Oh, sí! -exclamó Sarayu-. Están entre mis favoritas. Incluso, algunas son peligrosas al tacto, como esta. Tendió la mano a un arbusto cercano y trozó algo que parecía una vara muerta con apenas unas cuantas hojitas brotando del tallo. Se la dio a Mack, quien levantó ambas manos para no tocarla. Sarayu se rió. -Aquí estoy, Mack. Hay veces que no es riesgoso tocar, y veces en las que deben to- marse precauciones. Esta es la maravilla y aventura de la exploración, una parte de lo que ustedes llaman ciencia: discernir y descubrir lo que nosotros hemos ocultado para que lo encuentren. -¿Entonces por qué lo ocultaron? -inquirió Mack. -¿Por qué a los niños les gusta esconderse y buscar? Pregúntale a cualquier apasio- nado de la exploración, el descubrimiento y la creación. La decisión de ocultarles tantas maravillas es un acto de amor, un don en el proceso de la vida. Mack estiró cautelosamente el brazo y tomó la varita venenosa. -Si no me hubieras dicho que no era riesgoso tocar, ¿me habría envenenado? -¡Desde luego que sí! Pero si te instruyo tocar, es distinto. Para todo ser creado, la au- tonomía es locura. La libertad implica confianza y obediencia en una relación de amor. Así, si no oyes mi voz, sería prudente que dedicaras tiempo a comprender la naturaleza de la planta. -Entonces, ¿por qué crear siquiera plantas venenosas? -indagó Mack, devolviendo la varita.