-¿Un Espíritu libre? -propuso Papá.
-Exactamente, un espíritu libre, pero de todos modos bajo la dirección del Padre. ¿Me
explico?
Jesús miró a Papá, haciendo un obvio esfuerzo por mantener la apariencia de un as-
pecto serio.
-¿Eso tiene sentido para ti, Abba? Yo francamente no tengo idea de qué dice este
hombre.
Papá arrugó la frente como para ejercer intensa concentración.
-Nop. Por más que hago, no entiendo lo que él quiere decir, perdón.
-Saben a qué me refiero -Mack se sentía un poco frustrado-. A quién está a cargo. ¿No
tienen una cadena de mando?
-¿Cadena de mando? ¡Eso suena horrible! -dijo Jesús.
-Al menos imperativo -añadió Papá mientras ambos echaban a reír, y luego Papá vol-
teó hacia Mack y cantó-: Aunque la cadena sea de oro, sirve para lo mismo.
-No les hagas caso -interrumpió Sarayu, extendiendo la mano para confortar y calmar a
Mack-. Están jugando contigo. En realidad ése es un tema de interés entre nosotros.
Mack asintió aliviado, aunque también un poco disgustado de haberse permitido perder
la compostura de nuevo.
-Mackenzie, no tenemos ningún concepto de autoridad suprema entre nosotros, sólo
unidad. Estamos en un círculo de relación, no en una cadena de mando, o "gran cade-
na del ser", como la llamaron tus antepasados. Lo que ves aquí es relación sin ninguna
capa de poder. No necesitamos poder sobre el otro, porque siempre buscamos lo me-
jor. La jerarquía no tendría ningún sentido entre nosotros. En realidad, éste es su pro-
blema, no nuestro.
-¿De veras? ¿Cómo?
-Los seres humanos están tan extraviados y deteriorados que para ustedes es casi in-
comprensible que las personas puedan trabajar o vivir en común sin que una esté a
cargo.
-Pero todas las instituciones humanas que se me ocurren, de la política a los negocios,
incluso en el matrimonio, están