gobernadas por este tipo de pensamiento. Es la trama de nuestro tejido social -afirmó
Mack.
-¡Qué desperdicio! -dijo Papá, recogiendo el plato vacío y dirigiéndose a la cocina.
-Ésta es una de las razones de que experimentar relaciones verdaderas sea tan difícil
para ustedes -añadió Jesús-. Una vez que tienen una jerarquía, necesitan reglas para
protegerla y administrarla, y luego necesitan leyes y sus agentes, y terminan con una
suerte de cadena de mando o sistema de orden que destruye la relación más que pro-
moverla. Raramente ven o experimentan una relación separada del poder. La jerarquía
impone leyes y reglas, y ustedes terminan perdiendo lo maravilloso de la relación que
nosotros les deparamos.
-Bueno -dijo Mack sarcásticamente, acomodándose en su silla-, al parecer nos adap-
tamos muy bien a eso.
Sarayu se apresuró a replicar:
-No confundas adaptación con intención, ni seducción con realidad.
-Eh, ¿podrían pasarme un poco más de esas verduras, por favor? Entonces, ¿fuimos
inducidos a esa preocupación por la autoridad?
-En cierto sentido, ¡sí! -respondió P apá, pasándole a Mack la fuente de verduras, que
no soltó hasta que aquél la jaló dos veces-. Sólo estoy cuidando de ti, hijo.
Sarayu continuó:
-Cuando ustedes eligieron la independencia sobre la relación, se convirtieron en un pe-
ligro unos para otros. Los demás se volvieron objetos por manipular o dirigir en bien de
la felicidad individual. La autoridad, como suelen concebirla, es meramente la excusa
para obligar a los demás a someterse a lo que uno quiere.
-¿No es útil impedir que la gente pelee sin cesar o salga lastimada?
-A veces. Pero en un mundo egoísta, eso también se usa para infligir gran daño.
-¿Pero no lo usan ustedes para restringir el mal?
-Nosotros respetamos estrictamente las decisiones de ustedes, así que operamos den-
tro de sus sistemas aun cuando buscamos liberarlos de ellos -continuó Sarayu-. La
creación ha sido llevada por un camino muy diferente al que nosotros deseábamos. En
el mundo de ustedes, el valor del individuo es constantemente puesto contra la sobre-
vivencia del sistema, ya sea político, económico, social o religioso; cualquier sistema en
realidad. Primero una persona, y luego unas cuantas y finalmente muchas son fácil-
mente sacrificadas a la sana y perdurable existencia de ese sistema. De una u otra