Mack asintió, de nuevo un poco avergonzado mientras dirigía su atención a la comida.
Tenía hambre de todos modos, y había mucho que comer.
-Gracias por el desayuno -le dijo a Papá, al tiempo que Jesús y Sarayu tomaban asien-
to.
-¿Qué? -replicó ella, con fingido horror-. ¿No vas a inclinar la cabeza y cerrar los ojos?
Papá se encaminó a la cocina, rezongando mientras se alejaba.
-Tsk, tsk, tsk. ¿Adonde va a ir a parar este mundo? De nada, mi amor -dijo, al tiempo
que agitaba la mano por encima del hombro.
Regresó un momento después con otro tazón de algo humeante que olía delicioso y
tentador.
Se pasaron la comida unos a otros, y Mack se quedó hechizado viendo y escuchando
cómo Papá se unía a la conversación de Sarayu y Jesús. Esta tenía algo que ver con la
reconciliación de una familia enemistada, pero no fue qué decían lo que atrajo a Mack,
sino cómo se relacionaban entre sí. Nunca había visto a tres personas departir con tan-
ta sencillez y belleza. Cada uno parecía más atento a los demás que a sí mismo.
-¿Y tú qué piensas, Mack? -le preguntó Jesús, señalándolo con un ademán.
-No tengo la menor idea acerca de qué hablan -respondió Mack, con la boca medio lle-
na de deliciosas verduras-. Pero me encanta la manera como lo hacen.
-¡Cho! -dijo Papá, quien había vuelto de la cocina con un platillo más-. Calma con esas
verduras, jovencito. Estas cosas te pueden dar diarrea si no tienes cuidado.
-Está bien -dijo Mack-. Intentaré recordarlo -añadió, mientras tomaba el platillo de la
mano de ella. Luego, volviéndose a Jesús, agregó-: Me gusta cómo se tratan. Cierta-
mente no esperaba que Dios fuera así.
-¿Qué quieres decir?
-Bueno, sé que ustedes son uno y todos, y que hay tres. Pero reaccionan con mucha
gracia a cada cual. ¿Uno de ustedes no es más jefe que los otros dos?
Los tres se miraron como si jamás se les hubiera ocurrido esa pregunta.
-Quiero decir -se apuró Mack-, siempre he pensado que Dios Padre es una especie de
jefe, y Jesús el que sigue las órdenes, ya sabes, el obediente. No sé cómo cabe en es-
to el Espíritu Santo. El... digo, ella... uf... -Mack trató de no mirar a Sarayu mientras tro-
pezaba con las palabras-. Lo que sea: el Espíritu siempre parecía una especie de... uf...