Miró a Mack, que acababa de sentarse a la mesa.
Mack asintió, con un apetito que aumentaba a cada instante.
-Ajá -continuó ella-, y sé que a ti también te gusta.
Mack sonrió. Era cierto. Cockburn había sido un favorito de su familia desde hacía
años, primero de él, luego con Nan y después con cada uno de los hijos, en uno u otro
grado.
-Por cierto, cariño -dijo Papá, sin dejar sus ocupaciones-, ¿cómo estuvieron tus sueños
anoche? Los sueños son importantes a veces, ¿sabes? Pueden ser una manera de
abrir la ventana y dejar salir el aire viciado.
Mack supo que ésa era una invitación a abrir la puerta de sus terrores, pero en ese
momento no se sentía preparado para invitar a Papá a entrar con él a ese agujero.
-Dormí bien, gracias -respondió, y rápido cambió de tema-. ¿Es tu favorito? Bruce,
quiero decir.
Ella se detuvo y lo miró:
-Mackenzie, yo no tengo favoritos, sólo soy especialmente afecta a él.
-Pareces ser especialmente afecta a muchas personas -observó Mack, con una mirada
de recelo-. ¿Hay alguien a quien no seas especialmente afecta?
Ella alzó la cabeza y elevó los ojos como recorriendo con la mente el catálogo de todos
los seres creados.
-Nop, no pude encontrar a nadie. Es que así soy yo...
Mack se interesó.
-¿Nunca te vuelve loca alguno de ellos?
-¡Claro! ¿A qué madre no? Hay mucho por lo cual volverse loca en el lío que mis hijos
han hecho, y en el lío en que están. No me gustan muchas de las decisiones que to-
man, pero especialmente para mí, ese enojo es una expresión de amor de todas mane-
ras. Amo a aquellos con quienes estoy enojada tanto como a aquellos con los que no.
-Pero -Mack hizo una pausa-, ¿y tu cólera? Me parece que, si vas a fingir ser Dios To-
dopoderoso, deberías estar mucho más enojada.
-¿Ahora?