Movió a Missy para acomodarla, perdida de sueño como estaba, y le quitó el pelo de la
cara para mirarla. La suciedad y el sudor del día no habían hecho sino aumentar extra-
ñamente su inocencia y belleza. "¿Por qué tienen que crecer?", reflexionó, y la besó en
la frente.
Esa noche las tres familias juntaron sus alimentos para una última cena en común. La
entrada fue una ensalada taquera, con gran cantidad de aderezos y verduras frescas.
Sarah se las había ingeniado para batir un postre de chocolate con capas de crema
chantilly, mousse, brownies y otras delicias, que dejó a todos complacidos y satisfe-
chos.
Devueltas a los