su edad. A Kate le dio por atormentar a su hermano a propósito de eso, burlas a las
que él respondía con estrepitosas salidas del remolque-tienda de campaña, todo que-
jas y alharacas. Amber tenía una hermana, Emmy, sólo un año menor que Kate, y am-
bas pasaron mucho tiempo juntas. Vicki y Emil Ducette habían viajado desde su casa
en Colorado, donde Emil trabajaba como agente de la Oficina del Servicio de Pesca y
Caza mientras Vicki se hacía cargo de la familia, que incluía a su hijo sorpresa J.J., de
casi un año de edad.
Los Ducette presentaron a Mack y sus hijos con una pareja canadiense que habían co-
nocido antes, Jesse y Sarah Madison. Los Madison eran sencillos y desenvueltos, y a
Mack le simpatizaron al instante. Ambos eran consultores independientes, Jesse de re-
cursos humanos y Sarah de gestión del cambio. Missy gravitó de inmediato hacia Sa-
rah, con quien solía ir al campamento de los Ducette para ayudar a Vicki con J.J.
El lunes amaneció gloriosamente, y la tropa estaba muy entusiasmada por su plan de
tomar el funicular del lago Wallowa a la cima del monte Howard, a 2,480 metros sobre
el nivel del mar. Cuando se le construyó en 1970, este funicular tenía el ascenso verti-
cal más empinado de América del Norte, con una longitud de cable de casi seis kilóme-
tros y medio. El viaje hasta la cumbre tarda quince minutos, en una vagoneta suspen-
dida de uno a 35 metros sobre la superficie.
En vez de llevar almuerzo, Jesse y Sarah insistieron en invitar a todos a comer al
Summit Grill. El plan era comer en cuanto llegaran a la cima, y pasar el resto del día
recorriendo los cinco miradores. Armados de cámaras, lentes oscuros, botellas de agua
y filtros solares, salieron a media mañana. De acuerdo con lo previsto, consumieron un
auténtico festín de hamburguesas, papas fritas y malteadas en el Grill. Sin duda la altu-
ra les abrió el apetito; hasta Missy devoró una hamburguesa completa, y casi toda la
guarnición.
Después de comer visitaron cada uno de los miradores cercanos, siendo la vereda más
larga la del mirador del Valle al mirador del río Snake y los Siete Demonios (un poco
más de un kilómetro). Desde el mirador del Valle de Wallowa pudieron ver hasta las
ciudades de Joseph, Enterprise y Lostine, e incluso Wallowa. Desde el Púrpura Imperial
y el de la Cumbre disfrutaron de una vista clara como el cristal, a los estados de Wa-
shington y Idaho. Hubo quienes creyeron ver incluso Montana al otro lado del brazo de
Idaho.
Ya avanzada la tarde, todos estaban cansados y felices. Missy, a quien Jesse había
cargado en hombros en el último par de miradores, se durmió en brazos de su padre
mientras bajaban zumbando y traqueteando de la cumbre. Los cuatro jóvenes, junto
con Sarah, iban con la cara pegada a la ventana, lanzando exclamaciones frente a las
maravillas del descenso. Los Ducette conversaban en voz baja, tomados de la mano,
mientras J.J. dormía en brazos de su padre.
"Este es uno de esos raros y preciosos momentos", pensó Mack, "que lo toman a uno
por sorpresa, hasta casi quitarle el aliento. Si Nan estuviera aquí, todo sería perfecto".