hermanos. Bobby estaba muy ocupado, pero siempre disponible para consultas, conse-
jos y ayuda de diseño gráfico. Brad y Wayne se convertirían en dos valiosos amigos
que me ayudaron a hacer de esta historia algo notable y especial.
Durante los dieciséis meses siguientes, escribimos y reescribimos juntos varios capítu-
los de La cabaña, eliminando alrededor de cuarenta por ciento de los diálogos, aumen-
tando la trama argumental y rehaciendo las conversaciones para dejar fuera teología
cuestionable o posibles malos entendidos. El proceso de colaboración, la fusión de tres
corazones y voces, resultó una experiencia increíble para cada uno de nosotros. La
apertura entre nosotros, la pasión por un libro mejor y la negativa a proteger nuestras
ideas propias permitió una libertad de creatividad que de otro modo no habría sido po-
sible. Nuestro trabajo emergía de nuestra creciente amistad, y nuestra amistad del tra-
bajar juntos.
Al aparecer cada tarea, resultaba claro quién naturalmente la realizaría, ya fuera por
experiencia específica o ubicación dentro del proyecto. No sólo comenzamos a confiar
en la sabiduría de la colaboración, sino también a buscar las perspectivas de los demás
y a abrazar nuestras diferentes fortalezas. Descubrimos que no todas las posibilidades
tenían que establecerse fijamente para que el proceso se desenvolviera. Podíamos
atacar la mayoría de las decisiones conforme aparecían. Esto no habría sido posible si
cualquiera de nosotros hubiera ansiado, así fuera sólo ligeramente, poder o fama.
Más allá de la fuerza de la amistad colaboradora estaba la comprensión de que éramos
únicamente miembros de la orquesta, y que ninguno de nosotros era el director. En ca-
da parte de este proceso, el Espíritu y la persona de Jesús han estado presentes. To-
dos concordamos en de quién trata realmente este libro y las relaciones circundantes, y
la verdad es que simplemente no somos lo bastante inteligentes para hacer esto de
otro modo que con una indefensa dependencia. Así que lo que emergió es no sólo una
historia que se ha convertido en un regalo para el mundo, sino también un proceso que
refleja ese regalo emergiendo del amor de amigos que forman parte de la misma fami-
lia. Y otros se están uniendo a esto, personas no interesadas por la plataforma, o el
rendimiento, o el dinero, o la fama, sino que sólo quieren formar parte de y sumarse a
algo que Dios parece estar bendiciendo.
Entre nosotros tres no existe ningún contrato, ninguna carta de intención, ningún do-
cumento legalmente obligatorio. Sólo tenemos la vida del mismo Jesús que vive en
nuestros corazones, nuestra comprensión de que aunque esto no tiene nada que ver
con ninguno de nosotros en particular, tendremos sonrisas al cabo del día y sabremos
que nos hemos cubierto las espaldas entre nosotros. No somos ingenuos; cada uno de
nosotros ha sido traicionado alguna vez por quienes dicen ser nuestros hermanos. Pero
habiendo dicho y hecho todo, es Dios quien se ocupa de cada uno de nosotros y nos
cubre las espaldas, y él en todas las cosas tiene un propósito que nosotros sólo oca-
sionalmente vislumbramos.
Al principio intentamos encontrar un editor, pero cada uno de ellos tenía razones para
que La cabaña no fuera el libro que deseaba, o pedían cambios sustantivos que noso-