Mientras ella hablaba, Mack pensaba en lo realmente extraño de haberse visto involu-
crado en un accidente inmediatamente después de haber pasado un fin de semana con
Dios. "El aparentemente casual caos de la vida", ¿no era así como lo había dicho Pa-
pá?
Entonces oyó a Nan decir que el accidente había ocurrido el viernes en la noche.
-¿No fue el domingo? -preguntó él.
-¿El domingo? ¿Crees que no sé cuál noche fue? Fue la noche del viernes cuando te
trajeron en avión aquí.
Esas palabras lo confundieron, y por un momento se preguntó si los acontecimientos
de la cabaña habían sido un sueño después de todo. Quizá habían sido una de esas
cosas de desplazamiento de la curvatura del tiempo de Sarayu, afirmó para sí.
Cuando Nan terminó de contar su versión de los hechos, Mack le relató todo lo que le
había sucedido. Pero primero le pidió perdón, confesando cómo y por qué le había
mentido. Esto sorprendió a Nan, quien atribuyó la nueva transparencia de Mack al
trauma y la morfina.
La historia entera de ese fin de semana, o día como Nan no dejaba de recordarle, se
desenvolvió en forma lenta y tendida a lo largo de varios episodios. A veces los medi-
camentos vencían a Mack y se deslizaba a un descanso sin sueño, en ocasiones a
media frase. Al principio, Nan se concentró en ser paciente y atenta, haciendo todo lo
posible por suspender el juicio, aunque sin considerar seriamente que esos desvarios
fueran algo más que remanentes de daño neurológico. Pero la viveza y profundidad de
los recuerdos de Mack la conmovieron, y minaron poco a poco su resolución de mante-
ner la objetividad. Había vida en lo que él le contaba, y ella comprendió pronto que,
cualquier cosa que hubiera pasado, había impactado enormemente a su esposo y lo
había hecho cambiar.
El escepticismo de Nan se erosionó al punto de que aceptó buscar la manera en que
Mack y ella pasaran un rato juntos con Kate. Mack no le dijo por qué y eso la puso ner-
viosa, pero estaba dispuesta a confiar en él en ese asunto. Josh fue enviado a hacer un
encargo, para que los tres se quedaran solos.
Mack tendió la mano, y Kate se la tomó.
-Kate -empezó él, su voz aún un poco débil y ronca-, quiero que sepas que te amo con
todo mi corazón.
-Yo también te amo, papá.
Verlo así evidentemente la había ablandado un poco.