LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 183

Papá se acercó a él y rodeó el hombro de Mack con su brazo. -Missy es increíble; tú lo sabes. Te ama de verdad. -La extraño enormemente... Aún me duele mucho. -Lo sé, Mackenzie. Lo sé. Era poco después de mediodía, en el trayecto del sol, cuando los cuatro abandonaron el jardín y volvieron a la cabaña. No había nada preparado en la cocina, ni alimentos en la mesa del comedor. Papá los condujo a todos a la sala, donde, en la mesita del café, se hallaban una copa de vino y una hogaza de pan recién horneado. Todos se senta- ron, menos Papá, que permaneció de pie. Dirigió sus palabras a Mack: -Mackenzie -comenzó-, quisiéramos que consideraras algo más. Mientras has estado con nosotros, has sanado mucho y aprendido mucho. -Te quedas corto -le dijo Mack, riendo entre dientes. Papá sonrió. -Somos especialmente afectos a ti, lo sabes. Pero he aquí la decisión que debes tomar: puedes quedarte con nosotros y seguir creciendo y aprendiendo, o puedes volver a tu otro hogar, con Nan y tus hijos y amigos. De una forma u otra, te prometemos que siempre estaremos contigo, aunque esta forma sea un poco más explícita y obvia. Mack se acomodó en su asiento y lo pensó. -¿Y Missy?-preguntó. -Bueno, si decides quedarte -continuó Papá-, la verás esta tarde. Vendrá. Pero si deci- des abandonar este lugar, también decidirás dejar atrás a Missy. -No es una decisión fácil -dijo Mack, con un suspiro. Se hizo el silencio en la habitación durante varios minutos, mientras Papá concedía es- pacio a Mack para batallar con sus ideas y deseos. Finalmente, Mack preguntó: -¿Qué querría Missy? -Aunque a ella le encantaría estar contigo hoy, donde ella vive no hay impaciencia. A ella no le importa esperar. -Me encantaría estar con ella. -Mack sonrió ante la idea-. Pero eso sería muy difícil pa- ra Nan y mis demás hijos. Déjame preguntarte algo: ¿lo que hago en casa es importan-