LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 173

Papá bajó la vista, las cicatrices visible e indeleblemente escritas en sus muñecas. -Supe que mi creación se rebelaría, elegiría la independencia y la muerte, y supe que eso me costaría abrir un camino de reconciliación. Su independencia ha desatado lo que a ustedes les parece un mundo de caos, arbitrario y alarmante. ¿Yo habría podido impedir lo que le sucedió a Missy? La respuesta es sí. Mack volteó a ver a Papá, con ojos que hacían la pregunta que él no necesitaba formu- lar. Papá continuó: -Primero, no habiendo creado en absoluto, todas estas cuestiones serían sólo palabre- ría. Y segundo, habría podido tomar la decisión de interferir activamente en su circuns- tancia. Pero lo primero nunca estuvo en consideración, y lo segundo no era una opción, para efectos que quizá no puedas comprender ahora. En este momento lo único que puedo darte como respuesta es mi amor y bondad, y mi relación contigo. No me propu- se la muerte de Missy, pero eso no significa que no pueda usarla para bien. Mack agitó la cabeza, entristecido. -Tienes razón. No lo entiendo muy bien. Creo ver un atisbo durante un segundo, luego toda la añoranza y pérdida que siento parece aumentar y decirme que lo que creí ver simplemente no podía ser cierto. Pero confío en ti... -De pronto, éste fue como un nue- vo pensamiento, maravilloso y sorpresivo-. ¡Papá, confío en ti! Papá le sonrió a su vez. -Lo sé, hijo, lo sé. Dicho esto, se volteó, echó a andar y Mack lo siguió, el corazón un poco más ligero y sosegado. Pronto iniciaron una escalada relativamente fácil, y el paso se aflojó. Papá hacía pausas ocasionales y daba un ligero golpe a una roca o un árbol de gran tamaño a un lado del camino, indicando cada vez la presencia del pequeño arco rojo. Antes de que Mack pudiera hacer la pregunta obvia, Papá se volvía y reanudaba la marcha. Llegó un momento en que los árboles empezaron a hacerse más ralos, y Mack vislum- bró campos de pizarra donde deslaves habían arrancado secciones del bosque antes de que se hubiera abierto la vereda. Se detuvieron una vez para hacer un breve rece- so, y Mack tomó un poco del agua fresca que Papá había vertido en cantimploras. Poco después de su pausa, el camino se volvió más escarpado, y el paso se retardó aún más. Mack calculó que llevaban casi dos horas de camino cuando cruzaron el lími- te de la vegetación arbórea. Podía ver el camino perfilado contra la ladera frente a ellos, pero primero tendrían que atravesar un enorme campo rocoso. Papá se detuvo de nuevo y bajó su mochila para buscar agua.