-¿Sí, Mack? -respondió ella, abriendo los ojos y sonriendo con delicia.
-He sido muy duro contigo.
-Hmmmm, esa Sofía ya te trabajó.
-¡Y sí que lo hizo! Yo no tenía idea de que me atrevía a ser tu juez. Parece horriblemen-
te arrogante.
-Porque lo es -respondió Papá con una sonrisa.
-Lo lamento mucho. No lo sabía, de veras... -Mack sacudió la cabeza, entristecido.
-Pero eso ya está en el pasado, donde pertenece. No quiero que lo lamentes, Mack. Lo
único que quiero es que nuestra relación crezca sin eso.
-Yo también -dijo Mack, tomando otro panecillo-. ¿No vas a comer nada de esto?
-Nah, hazlo tú. Ya sabes cómo son estas cosas: empiezas a cocinar y a probar esto y
aquello, y cuando te das cuenta ya se te fue el apetito. Disfrútalo tú -dijo Papá, y le
acercó la charola de un codazo.
Él tomó otro bocadillo, y se acomodó en su sillón para saborearlo.
-Jesús me dijo que fue idea tuya concederme un poco de tiempo con Missy esta tarde.
¡No tengo palabras para agradecértelo!
-Ohh, de nada, mi amor. ¡A mí también me dio mucho gusto! Tenía muchas ganas de
reunirlos.
-Me habría gustado que Nan estuviera ahí.
-¡Habría sido perfecto! -coincidió Papá, emocionada.
Mack permaneció en silencio, sin saber qué había querido decir ella con eso, o cómo
reaccionar.
-¿No es especial Missy? -Papá agitó la cabeza-. ¡Ay, soy especialmente afecta a ella!
-¡Yo también! -dijo Mack, rebosante de alegría, y pensó en su princesa detrás de la
cascada.
¿Princesa? ¿Cascada? ¡Un momento! Papá observaba mientras las piezas ocupaban
su lugar.