LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 144

-Obviamente sabes de la fascinación de mi hija por las cascadas, y en especial por la leyenda multnomah de la princesa. Papá asintió. -¿Es por eso? ¿Ella tuvo que morir para que tú pudieras hacerme cambiar? -¡Vaya, Mack! -Papá se inclinó hacia delante-. No es así como hago las cosas. -Pero a ella le gustaba mucho esa historia. -Claro que le gustaba. Así fue como llegó a apreciar lo que Jesús hizo por ella y por to- da la raza humana. Las historias sobre una persona que da su vida por otra son una veta preciosa en el mundo de ustedes, que revela tanto su apuro como mi corazón. -Pero si ella no hubiera muerto, yo no estaría aquí ahora... -Mack, el solo hecho de que yo haga un bien increíble a partir de tragedias abomina- bles no quiere decir que orqueste esas tragedias. Nunca supongas que si utilizo algo significa que lo causé o que lo necesitaba para cumplir mis propósitos. Eso sólo te lle- vará a falsas nociones sobre mí. La gracia no depende de que exista el sufrimiento, pe- ro donde hay sufrimiento hallarás gracia en muchas facetas y colores. -Es un alivio saber esto. No soportaría pensar que mi dolor hubiera acortado su vida. -Missy no fue tu sacrificio, Mack. Ella es y será siempre tu alegría. Eso es suficiente propósito para ella. Mack se acomodó en su silla, examinando la vista desde el portal. -¡Me siento tan satisfecho! -Bueno, te comiste casi todos los panecillos... -No me refiero a eso -rió-, y tú lo sabes. Ahora el mundo me parece francamente mil veces más brillante, y yo me siento mil veces más ligero. -¡Lo estás, Mack! No es fácil ser juez del mundo entero. La sonrisa de Papá dio seguridades a Mack de que este nuevo terreno era inofensivo. -O juzgarte a ti -añadió él-. Yo era un desastre... peor de lo que pensé. He malinterpre- tado por completo lo que eres en mi vida. -No totalmente, Mack. Hemos tenido algunos momentos maravillosos, también. Así que no exageres.