-Hablando en serio, mi vida no fue destinada a ser un modelo a seguir. Ser mi seguidor
no es tratar de "ser como Jesús"; significa poner fin a tu independencia. Yo vine a darte
vida, vida real, mi vida. Nosotros llegaremos y viviremos nuestra vida dentro de ti, para
que empieces a ver con tus ojos, y a oír con tus oídos, y a tocar con tus manos, y a
pensar con tu cabeza como nosotros lo hacemos. Pero nunca te impondremos esa
unión. Si tú quieres hacer lo tuyo, hazlo. El tiempo está de nuestra parte.
-Esa debe ser la diaria muerte de la que hablaba Sarayu -dijo Mack, asintiendo con la
cabeza.
-Y hablando de tiempo -dijo Jesús, volviéndose y señalando el camino que llevaba al
bosque al final del claro-, tienes un compromiso, Mack. Sigue ese camino y entra don-
de termina. Aquí te espero.
Aunque lo deseaba enormemente, Mack supo que no serviría de nada tratar de prose-
guir la conversación. En medio de un reflexivo silencio, se puso los calcetines y los za-
patos. No estaban totalmente secos aún, pero tampoco resultaban muy incómodos. Pa-
rándose sin decir palabra, chapoteó hasta el extremo de la ribera, se detuvo un minuto
a mirar una vez más la cascada, saltó sobre el arroyuelo y se internó en el bosque,
donde encontró un camino claramente marcado.
Ahí viene el juez
Quienquiera que pretenda erigirse en juez de la Verdad
y el Conocimiento, será arruinado por la risa de los dioses.
-Albert Einstein
Oh, alma mía, prepárate a encontrarlo;
quién sabe cómo haga preguntas.
-T. S. Eliot
Mack siguió la vereda que pasaba junto a la cascada, se alejaba del lago y atravesaba
un denso manchón de cedros. Tardó menos de cinco minutos en llegar a un atolladero.
El camino lo llevó hasta una roca, apenas visible en la superficie el suave contorno de
una puerta. Obviamente debía entrar, así que avanzó titubeante y empujó. Su mano
penetró la pared como si ésta no estuviera ahí. Mack siguió moviéndose con cautela
hasta que su cuerpo entero pasó por lo que parecía el sólido exterior rocoso de la mon-
taña. Adentro estaba muy oscuro, y no se veía nada.
Tras respirar hondo y tender las manos al frente, Mack se aventuró un par de pasos en
la negra oscuridad y se detuvo. El miedo se apoderó de él mientras intentaba respirar,