La Buena Noticia 1 | Page 6

propósito de traerlos a este punto fundamental. Este es momento crucial para cualquier persona cuando realmente responde a la pregunta de Jesús: “Pero tú ¿quién dices que soy yo?”.

Pedro, el más franco de los discípulos, dio justo en el clavo cuando respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). Con esas sencillas palabras, el pescador convertido en discípulo pronunció una de las declaraciones más profundas de la historia humana. Al reconocer que Jesús era el Cristo, Pedro estaba diciendo: “Jesús, tú eres el Mesías; tú eres el que hemos estado observando y esperando todos estos años, todas nuestras esperanzas y sueños están cubiertos en ti”.

Fue uno de los momentos culminantes de la Escritura cuando Jesús le respondió a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (vv. 17-18).

Pero luego, solo cinco versículos más adelante, después de que Pedro hubo llevado aparte a Jesús y protestado por haber dicho que iría a la cruz (vv. 21-22), Jesús se volvió a Pedro y le dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 23).

Un momento. ¿Qué pasó? ¿De repente Pedro negó su discipulado y fue poseído por Satanás? Por el contrario, él estaba tratando de proteger a Jesús del terrible futuro que este se había profetizado. El pensamiento de Pedro, sin embargo, vino directamente de los abismos del infierno, y Jesús lo reconoció como tal. Era el mismo pensamiento engañador con que Satanás había instigado a Jesús durante su tentación en el desierto (Mateo 4:1-11): a saber, que de un modo u otro Jesús podía alcanzar los objetivos de Dios sin sufrir el dolor de la cruz. Jesús había rechazado ese pensamiento cuando Satanás se lo propuso antes, y lo rechazaba ahora cuando salía de la boca de uno de sus amigos más íntimos. Es por eso que Jesús reprendió a Pedro con tanta firmeza.