KUADERNOS UYAY 02 | Page 8

oyó. Los tres salieron de prisa a buscar a su hermana, presurosos llegaron a la chacra, solo encontraron el canasto repleto de yuca y nada más, ni rastros de la pequeña, pero apenas tomaron el canasto y por entre los arboles aparecieron estruendorosas sombras coloradas, ya ni hubo tiempo para gritar. Se apagaron tres inocentes pálpitos más, aquel día cuatro en total. *** Las nubes se tornaban suaves e imperceptibles, al momento que mis pies se alzaban al cristalino cielo, el viento es cálido, vuelo al caminar. Ligera y liviana es la realidad, eso que llaman “más allá” está siempre aquí. ¡Oh, cuerpo mío! ¿Qué sería del alma mía sin el alma de mi gente, sin el alma de la flora y fauna silvestre? Mi cuerpo yace desgarrado en medio del bosque, hoy dimos buena batalla. Dura, fría y larga, larga como el tiempo que siempre volverá en el rito que mis hermanos y hermanas guardarán en épico mito. Sheripiari, eso es lo que soy, un puente al equilibrio y conmigo un mito nació. Soy hijo de madre selva, del padre de las aguas y mi hermano predilecto es el tabaco, que más que hermano es camarada, sin él mis ojos aún mirarían entre las sombras de realidad colona, sin él mis pies no habrían logrado caminar sobre las aguas, sin él habría seguido a los colonos y habría extinguido a toda mi parentela humana y natural, sin él mis hermanos habrían seguido sufriendo persecuciones, pues los hostiles estruendos colorados de la selva los seguirían sumergiendo en penas y dolores. La Tsinani cautelosa, con sus miradas fosforescentes y ojos centinelas, se adentraban a la selva. En hondos pajos llevaban la bebida de yuca ancestral, que con cada molécula vital refrescaba y 8