Lecciones Aprendidas
Todos sabemos que las experiencias vividas siempre nos dejan alguna enseñanza; cuando son muy fuertes o dramáticas podríamos hablar de grandes enseñanzas. En el caso del aciago e inmisericorde azote que la naturaleza nos ha dado, algunos han llegado a decir incluso que el terremoto lo cambió todo, ahora nada es igual, hay un antes y un después. Algunos, en pocos minutos, llegaron a conocer a sus vecinos que por muchos años vivían a su lado cruzando un saludo apenas protocolar o como buena educación. Los sentimientos de solidaridad y agradecimiento han resurgido con más fuerza que nunca. Y algunos han llegado incluso a replantearse la vida o a cuestionarse la existencia de Dios.
Hemos aprendido algunas cosas prácticas. Como por ejemplo que dado que vivimos en un país sísmico es bueno tener a mano velas, pilas para linternas y algo de alimento no perecible, que es necesario revisar las normas de construcción y que las empresas del rubro deben ser más rigurosas y éticas y que debemos prestar más atención a lo que elegimos comprar y a los contratos de seguros. Hemos vuelto también a tomar conciencia del enorme valor de la salud, de la amistad, de la familia o, simplemente, de una sonrisa, de la puesta de sol, de disfrutar de una cama limpia o de disponer de agua para la sed. Es decir, de cosas que cuando contábamos con ellas no valían más que un ápice.
Hemos aprendido que hay ciertos lugares cercanos al mar donde no debemos construir casas, ni empresas, ni escuelas, ni cabañas de veraneo. Que los simulacros de tsunami son importantes y que debemos reaccionar con calma y ordenadamente. Hemos vuelto a emocionarnos con actos sencillos que reflejan la grandeza humana, a maravillarnos ante pequeños grandes héroes y a indignarnos ante la inescrupulosa miseria humana. Hemos aprendido que las autoridades deben estar mejor organizadas para reaccionar ante situaciones de catástrofe, que deben disponer de sistemas de comunicación no falibles y que es necesario invertir en tecnología más actualizada. También hemos vuelto a tomar conciencia de que somos tremendamente vulnerables, que el dinero no lo es todo y que los supuestamente poderosos son tan frágiles como el resto.
Por Samuel Chavez Donoso
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