En el salón de mi casa, disfrutando del silencio, me han venido estas preguntas a la cabeza: ¿Es posible pasar un rato en silencio con nuestros hijos? ¿Y nosotros solos? Sin pensamientos, sin agobios, 30 segundos, 1 minuto, saboreando el momento como si de un helado se tratase (si me lo permitís el mío sabor a chocolate). ¿Qué nos trae el silencio que hace que queramos estar distraídos, alejados constantemente de nuestro yo interior?.
Os invito a que respondáis a estas preguntas, ya que esto se transmite a nuestros niños, y nos encontramos escenas como las que os describo a continuación.
Llevo una temporada observando a diferentes padres y en su mayoría cuando se dirigen a realizar una actividad, llevan con ellos 100 juegos diferentes. ¿Para qué? Para que el niño no se aburra, no dé la lata y así no tener que dedicarle tiempo.
Además de lo anterior, les acompaña el Ipad, el teléfono o cualquier sustituto que no permita al niño usar su imaginación, eso sí, a mí me da la tranquilidad de poder dedicar el tiempo a otras cosas en vez de a mi hijo.
EL ABURRIMIENTO LLEVA A LA CREACIÓN
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