marca y a la moda para disfrazar una superioridad o excentricismo ante los
demás, pero en el fondo oculta una confusión de sí mismo. Siempre está
vacilando en convertirse en alguien, en desaparecer de su categoría porque
la repudia, se manifiesta como un individuo que pretende ser. De igual
forma, el “pendejo” cae en esa confusión.
Estos vaivenes de esencias intentan ser dominantes, siempre en desprecio
de otras, recordemos:
1. El pendejo tratará siempre de salir de la fosa de la nada para
pretender ser algo, para mostrarse ante la sociedad como alguien.
2. Siempre se huye de lo calificado como pinche.
3. El naco se desfigura a sí mismo por una esencia que no está
presente en él.
Si se piensa detalladamente, estas expresiones son tan cotidianas que ya se
ha vuelto “normal” escucharlas, y es esta normalidad lo que le ha teñido
poco a poco una imagen del léxico mexicano, mostrando inevitablemente la
cara social y psicológica. No se debe detener en el aspecto moral o ético de
las expresiones, porque son parte de la sociedad y son reflejo de ella
misma. Demuestran su deformidad. Una deformidad que produce ruido y
que expresa su existencia, la existencia de un lenguaje vivo que grita cada
día un conjunto de identidades que se esconden.
De igual forma, los “albures” tienen un enorme peso en este horizonte; y se
podría detener en esta manifestación lingüística más tiempo mencionando
centenares de ejemplos, pero nos limitaremos en hacer una mención
honorífica sobre él, pues pareciera que se requiere de práctica para poder
dominarlos y entenderlos (al menos para afrontar al contrincante se debe
aprender a jugar ese ajedrez de palabras). La combinación de significado se
mezcla, los albures son inasibles y mordaces.
Ya sean plasmado en libros, por ejemplo: Armando Jiménez publicó en
1958 Picardía Mexicana donde expone el lenguaje de las calles de la
ciudad de México y, entre esas expresiones, se encuentran los albures.
El juego de las palabras en México siempre hace denotar otras cosas: Me
gusta el chile, sóplale al tubo, son algunos de ellos. En los albures van
elementos dirigidos a un doble sentido sexual. Si Quevedo hace bailar las