En la conferencia “La cortesía salvaje: Las palabras pendejo y verga en
México (del nadie hacia alguien)”, impartida por el Maestro Obed
Gonzalez y realizada en la Alianza Francesa de Guanajuato el día 22 de
septiembre de 2017, conferencia magistral del XII Coloquio Nacional
Efraín Huerta de la Universidad de Guanajuato, el Maestro Obed hizo una
reflexión más profunda entre dos palabras que redignifican a uno, mientras
que la otra lo convierte en nada: la “verga” y el “pendejo”. Mencionó
Obed, que la palabra “pendejo” es aquella que se emplea para insultar de
una manera sumamente agresiva a una persona para reducirla en nada. La
manera en que un individuo se concibe en una escala más alta, viendo a los
de abajo como inferiores, viene desde las castas que se empezaron a
percibir de esta forma. Por lo tanto, la discriminación bifurca el camino de
una solidez cultural o identitaria en senderos poco transitables.
Se ha manifestado centenares de ocasiones en las expresiones “verga” y
“pendejo” la necesidad de superioridad, pero de igual modo la palabra
“pinche” tiene su denotación discriminatoria. Lo manifestó José Emilio
Pacheco en uno de los últimos artículos publicados en 2013, en el “Atlas
sonoro del español”, celebrado en Panamá por el VI Congreso
Internacional de Lengua Española, donde 21 escritores escogieron la
palabra más autóctona de su país. Y la palabra “pinche”, se ha convertido
en un epíteto mexicano, es una marca que a veces funge como prefijo en
los sintagmas cotidianos (pinche frío, pinche autobús viene bien pinche
lleno), pero siempre está cargado de una cualidad denigrante. Lo “pinche”,
al igual que el “pendejo”, son rangos que descalifican.
El “pendejo” aspira siempre a ser la “verga”; aquel que es “chingón”. El
“pendejo” es la negación de su propia condición, odiando y admirando a la
persona que es “verga”. El Maestro Obed en su conferencia magistral
mencionó el ejemplo del chinaco (conjunto de personas indígenas en la
época de la Nueva España) que mantienen una relación de fascinación y
desprecio hacia los españoles, queriendo ser, en gran medida, como ellos.
El chinaco realizaba actividades en el campo, colocaba en sus dedos
diferentes joyas para demostrarle a los españoles que eran, de cierta forma,
mejores o superiores a ellos. Esta palabra, como otras, sufrió una mutación
y es reducida a sus dos últimas sílabas, naco; expresión usada en la
cotidianidad para denigrar a otro. El “naco”, como el chinaco, aparenta ser
mejor en la sociedad: muestra una imagen falsa, su ropa pretende ser de