KALEIDOSCOPIO KALEIDOSCOPIO 1 | Page 56

guarde mayor homogeneidad, el efecto estético que produce es más sobresaliente, por otro lado la pista de los ancianos es un microcosmos— y también qué diversa es la música proyectada desde esas bocinas con sentencia de una muerte próxima, pues no se trata de un único y exclusivo estilo musical, más bien de varios y cuyo origen ni siquiera es mexicano, sino caribeño y sudamerican o, y que, a pesar de todo, mejor refleja ese México popular a mediados del siglo pasado que bien supo apropiarse de dichos ritmos y asimilarlos a su propia cultura. Simpático es observar que los adultos mayores —casi todos— se han despojado de sus pesares y sus achaques derivados de la edad, que se entregan al placer histriónico del baile, aun en aquellos que requieren de mucho y espasmódico movimiento, de un constante sacudir los huesos y articulaciones “para que no se oxiden”. Quizá alguno o algunos de ellos haya sido un bailarín infantil en su momento, al menos hoy son jóvenes en esencia. Ese grupo de mirones que circunda a los bailarines viene a confirmarnos que el mundo entero se encuentra en un perpetuo baile sutil, y el suyo —el del círculo de espectadores— es de formación y destrucción: gente que sólo va de paso y se detiene un momento por curiosidad —después de todo es viernes y deben reintegrarse a su propia vida en el naciente fin de semana— , gente que ya llevaba tiempo observando y debe partir, así como gente que recién va llegando o los escasos individuos que permanecen fieles hasta la conclusión del acto. Algunas parejas dan unos cuantos pasos, alejándose para descansar un momento entre canción y canción, o bien para anunciar que ya han cumplido con su estadía sobre la pista y ahora deben retirarse, dejando tras de sí a los bailarines más obstinados, entre los que siempre está ese hombre de los lustrosos zapatos negros para bailar, ese señor que tiene la energía