KALEIDOSCOPIO KALEIDOSCOPIO 1 | Page 46

minutos de su tiempo, cosa demasiado valiosa para un humano en nuestros tiempos; la realidad es que muchos no tienen nada mejor qué hacer. Como si hubieran estado esperando este evento con suma anticipación, algunas parejas se han vestido hoy con ropas elegantes —en contraste a las indumentarias cotidianas de otros cuantos—, destacando entre todas las prendas el par de lustrosos zapatos negros para bailar portados por un hombre que sabe muy bien hacerlos notar con sus ostentosos dance moves, a tal grado que uno se da a la idea de que, a lo largo de su vida, este hombre ha ido desarrollando una relación simbiótica con sus propios zapatos de baile, mismos que muy seguro ha comprado para exponerlos en este tipo de eventos y también es muy probable que sea más de un par los zapatos que integren su colección. A primera vista puede apreciarse que no se desarrolla una coreografía uniforme, se les da libertad entera a las parejas numeradas de bailarines para que guíen sus movimientos conforme la música se los dicte, para que sientan la esencia melódica en sus cuerpos y se olviden tan sólo un momento de dónde están. En los ojos de los bailarines, conforme van avanzando los acordes musicales, también los límites de la realidad van desdibujándose y ellos ya se visualizan en medio de un majestuoso escenario iluminado por unos cuantos haces luminosos que van a posarse sobre la cabeza de cada bailarín. Así pues, para cada pareja hay un universo diferente girando alrededor de ellos; el sonido atronador de las bocinas que parecieran estar a punto de quebrarse con cada nota de las frecuencias graves en las piezas musicales, para esos “oídos bailarines” es todo armonía. A propósito del baile y la pista, de la calle y los mirones, alguien en medio del público bien podrá recordar esas otras manifestaciones dancísticas que en ocasiones también son llevadas a la calle: las presentaciones infantiles de baile, en especial las de danza folclórica que se cuentan entre las más