sobre
todo,
en
su
aparición
espontánea como entidad, puesto
que la consolidación nacional se
siente forzada y los vínculos con el
pasado son nulos: renunciamos a la
serpiente
momento
emplumada
en
desde
que
el
nuestros
antepasados españoles decidieron
perpetuar la matanza entre los
originarios
de
esta
tierra
y
estratificaron a la sociedad. Inútil es
ya buscar lo «mexicano» en el
pasado, nuestros múltiples padres y
madres ya se esfumaron, lo que
somos ahora es el equivalente a
Gregor Samsa despertando de la
pesadilla y preguntándose: ¿qué
hacer
a
continuación?
Muchos
alegarán que algo debe hacerse para
no caer en las garras del «fin del
mundo»; algo debe hacerse, sin
embargo, cuando se pregunta por lo
que
se
hará,
las
voces
que
responden por lo general son
siempre las mismas: «yo quiero
vender», «yo quiero quejarme»,
pero la más extendida entre todas es
«yo... preferiría no hacerlo».
¿Un mexicano? Más bien
muchos pedazos.